La historia de Ana de Gran Bretaña, la última de los Estuardo, que recrea el director griego Yorghos Lantihimos, no es precisamente la que hubiese filmado Michael Curtiz con Olivia de Havilland y Errol Flynn. En La favorita no hay ningún cartel al inicio que indique el año o ubique al espectador en el contexto histórico, y por supuesto mucho menos al final un discurso patriótico y enaltecedor como el de Flora Robson en El halcón de los mares (Curtiz -1940) en su rol de Isabel de Inglaterra. Sí está presente, pero solo en el discurso de los personajes, el conflicto bélico con Francia, la lucha política para prevalecer entre los tories y los whigs y la aparición esporádica en la pantalla del duque de Marlborough que comandó las fuerzas británicas.
El director de La langosta (2015) se centra en tres personajes femeninos ninguno de los cuales produce el mínimo de empatía sino todo lo contrario rechazo y repulsión. La reina Ana, a cargo de una excelente Olivia Colman, es una majestad achacosa que se desplaza con bastones o en silla de ruedas, glotona, algo obesa, caprichosa, lésbica, rodeada de conejos para reemplazar los diecinueve hijos perdidos, que se deja manejar como una marioneta por la favorita de turno. Rachel Weisz, otra gran actuación, es Lady Sarah, prima de la soberana, ambiciosa y de temer, es una peligrosa influyente. Maneja las cuestiones del gobierno a su antojo mientras distrae a la reina con sus mimos sexuales, aprovechando la lejanía de su marido en los campos de batalla. Emma Stone, en el rol de Abigail, es la típica trepadora que poco a poco desplazará a Lady Sarah, usando todos los artilugios disponibles sin medir las consecuencias.
Una aristócrata venida a menos que no está dispuesta a perder su escalafón. La lucha entre ambas por ganarse la preferencia de Ana marcará el rumbo del film. En tanto los hombres parecen pantomimas debajo de esas coloridas vestimentas, pomposas pelucas y maquillajes exagerados que serían el deleite de las drag queens de hoy en día. El marco que rodea las acciones se caracteriza por enormes cortinados que ornamentan ventanas y camas, paredes revestidas de gigantescos tapices, largos pasillos de madera que recorren los personajes en medio de una insuficiente y difusa iluminación nocturna con velas, oscura, que da un tono sórdido como los hechos que relata el film.
Aquel espectador que busque un crowd pleaser (un producto que guste a multitudes) por premios y nominaciones recibidos, descubrirá que Lanthimos sigue fiel a su temática, nada cambia: estados anómalos, distopías, sentimientos abyectos, personajes infelices, el predominio de individuos sobre otros, la desesperanza en una sociedad enferma. El reinado de Ana, según el director, se parece a una parodia de gobierno que se caracteriza por los conflictos sexuales, la soledad en compañía, el sometimiento a la autoridad donde no falta la violencia física y verbal. Un banquete servido, en el cual el realizador de Alps se mueve a sus anchas, pero que no es para todos los gustos.