La historia de una reina con problemas y quizás no demasiadas luces, su amiga y quien realmente gobierna, y una nueva sirvienta que se vuelve “favorita”.
Por fin el griego Yorgos Lanthimos, que se ha hecho un nombre con películas pretendidamente ingeniosas, profundas, de imágenes “raras” y tontamente alegóricas (“El sacrificio del ciervo sagrado”, “Kinodontas”, “The Lobster”, la última, actualmente en Netflix) hizo una buena. Porque virtudes se veía que tenía, salvo que el tufillo “mirá mamá, filmo sin manos” o “solo quiero molestar” hacía que se disolvieran en guiones escritos para justificar “grandes tomas”. Aquí el guión no le pertenece y esa solidaridad con los escritores le permite comunicar lo que le interesa de esta historia. Que es la de una reina con problemas y quizás no demasiadas luces, su amiga y quien realmente gobierna, y una nueva sirvienta que se vuelve “favorita”.
Por cierto nada es lo que parece y la película se encarga, con humor e ingenio, de diseccionar relaciones de poder cambiantes que vuelven el film casi deportivo. Hay algo de “La Malvada” –esa obra maestra– en “La favorita”, por cierto, pero no tanto. Lanthimos parece interesado de verdad por construir humanidades con los personajes y no sólo herramientas para que el relojito del film permita apuntarse con alguna imagen asombrosa. Es un director con talento y aquí decide dejarse llevar por él en lugar de querer quedar bien con los académicos cazanovedades que en el mundo abundan. “La Favorita” es de esos films que uno recuerda sonriendo, de los que sale con ganas de ver más películas, incluso más películas de Yorgos Lanthimos.