Yorgos Lanthimos demuestra su genialidad como autor alejándose se su zona de confort y creando un película excelente, apoyada en la sátira y en humor negro con excelentes interpretaciones de su trío de actrices principales.
En poco tiempo el cineasta griego Yorgos Lanthimos se ha convertido en uno de los directores modernos más celebrados de la actualidad. Su estilo cínico y oscuro plagado de humor negro y absurdo, sumado a su genialidad con la cámara y esa particular dirección de actores con performances inexpresivas y alienadas lo destacan como un cineasta con un estilo muy marcado en films como la surreal Dogthoot (2009), esa fábula distópica y exagerada sobre las relaciones que es La Langosta (The Lobster, 2014) y en El Sacrificio de un Ciervo Sagrado (The Killing of a Sacred Deer, 2017) la escalofriante adaptación literal de un mito griego en un contexto realista y actual.
Lanthimos se convirtió en una especie de “Kubrick para milennials” con la cuota justa de incomodidad sombría que remite al cine de Haneke. En su película más prestigiosa e importante hasta el momento decide correrse por completo del tipo de relatos que venía manejando para demostrar que es un verdadero autor.
En el Siglo XVIII la Reina Ana de Gran Bretaña (Olivia Colman) es una monarca debilitada física, psíquica y emocionalmente por la muerte de su esposo y la de sus 17 hijos, a los que recuerda con sus conejos mascota, uno por cada aborto o niño fallecido. Debido a su frágil situación, los asuntos de estado corren por cuenta de su amiga y confidente más cercana Lady Sarah (Rachel Weisz), duquesa de Malrborough. Lady Sarah maneja las finanzas del palacio y se encarga de aconsejar a la reina en cuestiones políticas, económicas y bélicas. En tiempos de guerra contra Francia, el bloque de la oposición en el parlamento -los whigs- encabezados por Robert Harley (Nicholas Hoult) desea negociar la paz para poner un fin a las hostilidades y los gastos de la guerra, mientras que Lady Sarah planea impulsar un impuesto extra a los latifundistas para financiar la campaña en el frente de batalla, encabezada por su marido.
El delicado equilibrio de la corte se trastoca con la llegada de Abigail Hill (Emma Stone) una mujer noble caída en desgracia que llega al palacio para pedirle trabajo a Sarah, su prima lejana. La inteligencia y la ambición de Abigail la hacen ascender de sirvienta común a doncella principal de la reina y ambas mujeres se verán envueltas en un oscuro juego de manipulación para ganarse el favor de la monarca (y destruir a su rival en el proceso).
Por primera vez Lanthimos dirige una película que no es guionada por él o su habitual colaborador Efthimis Filippou, también es su primera película basada (parcialmente) en hechos reales y la primera donde sus personajes manejan una actuación más naturalista y humana, lejos de ese estilo deadpan bien parco de sus films anteriores. Esto le da cancha a sus tres actrices protagonistas para dejarse llevar por el humor absurdo y la historia llena de excesos para convertir sus interpretaciones en una montaña rusa de emociones y excesos.
Olivia Colman brilla como la inestable, depresiva e iracunda reina Ana. Una mujer poderosa y vulnerable vista como una recompensa a obtener por todos los competidores en este juego de poder. La excelente performance de Colman solo se vuelve más genial cuando comparte escena con alguna de sus co-protagonistas. Rachel Weisz compone a una mujer gélida y firme, dispuesta a todo para mantener el orden dentro de la corte y gestionar correctamente los asuntos del Estado. Su influencia es fuerte sobre la voluntad de la reina pero el espectador puede notar que Lady Sarah jamás la manipula con mala intención, sino procurando protegerla y cuidarla de su dolor, sus traumas y los lobbystas de la oposición. Y la reina confía ciegamente en ella por eso.
La Abigail de Emma Stone es puro ingenio y ambición. Después de ser -literalmente- apostada y perdida por su padre en un juego de cartas, ella está decidida a “tomar el control de sus circunstancias” y ganarse el cariño de la reina. En un principio la vemos como una figura simpática, sentimos pena por verla sufrir bajo la bota de la poderosa Lady Sarah pero ni bien Abgail logra alcanzar una posición de privilegio y hacerse amigos en la corte, da rienda suelta a su duplicidad convirtiéndose en una especie de villana.
Lanthimos demuestra que puede impregnarle su estilo extraño e inquietante a una historia mucho más tradicional y realista. Todos se lucen en esta película hasta los intérpretes con papeles menores como el pomposo aristócrata de Nicholas Hoult y el barón calenturiento de Joe Alwyn. El universo de La Favorita es profundamente femenino, con observaciones afiladas sobre la naturaleza del deseo y el poder, como conseguirlo y las consecuencias de su mal uso.
No es noticia destacar lo bien que Lanthimos trabaja con la cámara, moviéndola y encuadrando con un desparpajo que parece emular el que exhiben las actrices protagonistas. En el apartado de fotografía, Robbie Ryan maneja una paleta de colores lavados y brillantes siempre trabajando con luz natural. La decisión estética más controversial y genial es la utilización de lentes ojo de pez para incrementar la sensación de claustrofobia de los pequeños personajes habitando en esos enormes ambientes y salones, hechos más grandes por la acción del lente.
Con un diseño de producción muy barroco y sobrecargado para remarcar la opulencia y el exceso de la realeza y un diseño de vestuario muy cuidado y levemente anacrónico, Lanthimos ha creado su film más bello y estético sin caer en los facilismos de hacer una “película de época con vestiditos y poco más”.
Lejos de sus tradicionales rarezas y situaciones incómodas, el griego nunca deja de mostrarse experimental, terminando una película bastante tradicional con planos superpuestos de las tres mujeres, emocionalmente rotas todas consiguiendo lo que buscaban pero habiendo perdido el alma en el trayecto. Y en el medio, conejos. Ese símbolo de dolor y miseria de la reina inunda la pantalla, caminándole por encima a las protagonistas todas igual de miserables y sufrientes.
De esta manera La Favorita justifica todo el amor que viene cosechando por parte de la crítica y en la temporada de premios. Si seguimos con las comparaciones entre el director griego y Stanley Kubrick, Lanthimos hizo una versión retorcida, feminista y ácida de Barry Lyndon (1975).