La fidelidad

Crítica de Rodrigo Seijas - Fancinema

REDUNDANCIAS Y CARENCIAS

La voz en off es un elemento ciertamente riesgoso en el cine y más aún en el género documental: puede significar un aporte que redondee una idea, complementándose con lo visual, o puede restarle impacto a lo que se está narrando, redundando en aspectos que podrían ser resueltos desde los recortes de la cámara o las acciones que se muestran. Lamentablemente, lo segundo es lo que más ocurre en La fidelidad.

El film de Walter Tejblum y Eduardo Yedlin hace foco en la historia de La fidelidad, una de las estancias más grandes de Argentina, con una extensión de 250.000 hectáreas, territorio virgen que alberga una multiplicidad de especies naturales por la que pelean diversos sectores ecologistas. Su dueño fue torturado y asesinado en un caso donde se intuye la sombra del boom sojero, pero esas tierras ya tenían un largo historial previo, como lugar de nacimiento de una etnia originaria, e incluso como sitio de confrontaciones vinculadas a la formación del país. Pero además de los aspectos históricos, sociales, policiales y conservacionistas, surge asimismo lo personal, ya que el padre de Yedlin era abogado por la zona, con lo que se asiste a una especie de viaje de rescate de recuerdos.

Pero a pesar de todos estos elementos en juego, La fidelidad no termina de adquirir una consistencia fuerte desde lo formal, en buena medida por esa voz en off que explica demasiado, sin atreverse a confiar plenamente en las imágenes a disposición y los hechos narrados. Así, termina cayendo en obviedades discursivas y una estética demasiado emparentada con lo televisivo, notándose estiramientos, sobreabundancias y hasta carencias dependiendo de los pasajes. Su refugio principal termina siendo lo valioso de su foco temático, por lo que su valor cinematográfico es limitado.