Mito y leyenda del cine dominicano, personaje maldito para buena parte del establishment, figura de culto en París y Nueva York, héroe trágico (fue asesinado por tres jóvenes el 13 marzo de 2000, a los 53 años, en su departamento de Santo Domingo), Jean-Louis Jorge llegó a filmar películas como La serpiente de la luna de los piratas y Melodrama (seleccionada para la Semana de la Crítica del Festival de Cannes 1976), coqueteó con Hollywood y fue bastante maltratado por la cultura oficial no solo por su homesexualidad sino sobre todo por su permanente provocación, su exotismo, su osadía, su trasgresión, su apuesta por el surrealismo y el kitsch incluso antes del boom almodovariano.
La codirectora Amelia Guzmán conoció de casualidad la historia de su tío y, gracias a la colaboración del también cineasta colombiano Luis Ospina (quien se formó con Jean-Louis Jorge en la UCLA de California), reconstruyeron su historia personal y artística, y fueron recuperando las copias de sus cortos y largometrajes, así como varios de sus guiones. Uno de los tantos proyectos inconclusos es el germen de esta película que narra el intento de cuatro sobrevivientes por llevar adelante un rodaje caótico y de inevitable destino trágico. La directora es Vera (Geraldine Chaplin, quien venía de trabajar con Guzmán y Cárdenas en Dólares de arena), una veterana actriz en decadencia que encuentra que la mayoría de los artistas de su generación ha muerto; el productor es Victor (Jaime Piña); el camarógrafo y director de fotografía es Martín (el propio Luis Ospina), mientras que el coreógrafo Henry (se trata de un musical cargado de pintoresquismo) está interpretado por Udo Kier.
Entre el cine experimental (hay imágenes acuáticas de enorme belleza en ámbitos paradisíacos), el ensayo de las eróticas escenas musicales, múltiples juegos del cine dentro del cine (con las tensiones propias de todo equipo de rodaje), un off omnipresente de espíritu existencialista e irrupciones de vampirismo, La fiera y la fiesta resulta una auténtica rareza con pasajes muy inspirados y de los otros. Más allá de sus desniveles, se trata de un valioso homenaje y reivindicación de un artista en muchos sentidos pionero y hoy injustamente olvidado dentro de los cánones del cine latinoamericano.