Un planteo original y un arranque simpático es todo lo que tiene para ofrecer esta comedia de animación para adolescentes cuya gracia se acaba a los 20 minutos ya que luego comienza a volverse repetitiva, tediosa y mucho menos irreverente de lo que sus creadores, Seth Rogen y Evan Goldberg (“Este es el fin”), creen que es.
Es común y lógico que mucha gente pida por películas de animación para adultos. Después de todo, es un género con el que todos crecimos y, en un punto, empezamos a abandonar por distintos motivos. El principal de ellos es que no hay, en cine, películas de animación que no sean solo para chicos salvo algunas contadas excepciones. Y si bien uno puede apreciar y disfrutar cualquiera de estas películas infantiles, cuando se aparece algo como ANOMALISA, por ejemplo, uno se da cuenta los miles de caminos que puede tomar la animación en cine (hablo solo de cine aquí porque en TV sí hay mucha variedad de animación para adultos).
LA FIESTA DE LAS SALCHICHAS se vende como animación para adultos pero no lo es. Más bien es una película para adolescentes que piensan que hablar de coger, de pijas, culos, tetas, drogas y otras sustancias es algo así como provocador y jugado. Y no, no lo es. Es más bien tonto y solo puede ser considerado entretenido a las 4 de la mañana con un grupo de amigos ebrios o fumados, situación que –imagino– dio origen a esta película. Y cuando la temática intenta escaparse de esas zonas, la cuestión no mejora mucho: chistes banales sobre la situación política en Medio Oriente, un intento de poner a un personaje feminista para que no se note demasiado que esto es una reunión de bros que hace mucho que no tienen sexo o la propia lógica “vegetariana/ecologista” que da pie a la trama. Casi nada es demasiado inteligente ni original si uno pasó los 15 años y ya se sabe todos los chistes habidos y por haber sobre orificios.
El arranque es intrigante y gracioso pero las ideas que sostienen la película se acaban a los 15, 20 minutos. Claro que en el bombardeo de chistes hay algunos que funcionan (y muy bien) pero la mayoría no, o bien se vuelven repetitivos y tediosos con el correr de los minutos. La trama tiene un punto de partida simpático: los alimentos en un supermercado han sido convencidos históricamente que cuando un cliente los compra se van a un mundo mejor, una especie de paraíso de los productos donde todo será maravilloso. De hecho, el filme comienza con una graciosa canción dedicada al tema.
Pero un producto es devuelto por un cliente al supermercado en cuestión y empieza a hacer correr la voz de que afuera es más infierno que paraíso y que todos serán, bueno, utilizados como alimentos, cortados, sangrados, decapitados, etc. El planteo vagamente vegetariano del filme se queda en los papeles ya que no pasa el punto por ahí sino más bien por la atracción sexual entre los distintos alimentos, empezando por una salchicha macho y un, ehhh, pan de pancho hembra que y desean liberarse de sus plásticos y concretar el asunto. De ahí a una suerte de orgía loca en medio de un símil Coto norteamericano hay un par de pasos nomás.
El problema de la película es que no es más que un sketch potencialmente simpático de SNL estirado hasta el hartazgo, con chistes sobre árabes y judíos que pueden tener gracia una vez pero que se vuelven insoportables a la décima reiteración de la misma broma, lo mismo que el personaje de bomba latina lesbiana o los indígenas con sus drogas místicas y así, en un recorrido que, aprovechando los ítems de distintos orígenes étnicos que hay en un supermercado, da pie para centenares de chistes que supuestamente son políticamente incorrectos pero más que nada son malos. Algo similar sucede con su lógica “existencialista” y anticlerical: es graciosa hasta que se vuelve tediosa en el mejor estilo reflexiones sobre el ser y la nada de alguien que ha fumado demasiado y no se calla nunca.
Eso es lo que no parecen entender muy bien los guionistas y creadores Seth Rogen y Evan Goldberg: esta suerte de humor supuestamente ácido, zarpado o corrosivo se vuelve contra sí mismo si no se apoya en buenos momentos de comedia. Pero la película no tiene demasiados y uno puede reírse de chistes malos una limitada cantidad de veces hasta que al final empezás a sentirse un tanto estafado. Trabajen, muchachos, piensen mejores bromas, tachen lo que no funciona. Vuelvan a ver BOJACK HORSEMAN, viejos capítulos de LOS SIMPSONS, la película de SOUTH PARK. Este todo vale de borrachera de amigos onda “te conté la del moishe y el turco…” termina siendo muy aburrido para alguien que la mira sobrio…
PD. Como dato extra, creo que el INCAA hizo bien en ponerle una calificación apta para 13. La edad para ver esta película debe andar por ahí. Si tenés más de 18 y no te parece demasiado idiota es que estás demasiado tiempo online viendo videos de gatitos elecrocutados en YouTube.