Una proposición indecente
No sé si era la intención de los responsables de esta propuesta animada para adultos pero después de ver esta fiesta salchichera uno ya no va a poder ir al supermercado y mirar a los alimentos de la misma manera. Y más estupefacto se queda uno cuando ve que los artífices que firman esta alucinógena y descacharrante historia son dos directores que hasta ahora habían ganado fama y prestigio gracias a algunas producciones infantiles de renombre como Shrek o Tomás y sus amigos.
Nos referimos a Conradt Vernon y Greg Tiernan, quienes suponemos que sobornados de mala manera por esa panda de cafres de la que forman parte actores como Seth Rogen, Jonah Hill, Paul Rudd o James Franco trasladan al mundo del dibujo animado todo ese universo desmadrado y pasado de vueltas que ya pudimos apreciar en una serie de comedias que pasan por ser de lo más divertido que se ha rodado en EEUU en los últimos tiempos. Títulos como Super Cool, Superfumados, Este es el fin, Una loca entrevista o Los tres reyes malos han pasado a formar parte por derecho propio de la historia de la comedia norteamericana moderna, por mucho que un alud de detractores se empeñen en denostarlas por tratarse de trabajos demasiado políticamente incorrectos.
Hasta seis guionistas han perpetrado este auténtico homenaje a la irreverencia más extrema, y nos da en la nariz que se lo deben de haber pasado en grande añadiendo chistes y situaciones caóticas a un libreto que encuentra su mayor virtud en no tener ni pies ni cabeza. Ojo a la sinopsis: una salchicha y un panecillo emprenden una frenética huida por un supermercado cuando se dan cuenta de que los hambrientos compradores no tienen muy buenas intenciones para con ellos. Los inocentes alimentos despertarán a la realidad cuando vivan en sus carnes la voracidad de los que ellos creían Dioses.
Hay un par de escenas que son sublimes: una en la que un drogata se inyecta unas sales de baño y a partir de su situación lisérgica puede darse cuenta de que toda su despensa tiene vida propia y otra, ya en las postrimerías, en la que todos los personajes protagonistas encuentran una manera, digamos que “muy curiosa”, de alcanzar la catarsis colectiva. Hasta entonces el ritmo es trepidante, con multitud de autoreferencias cinéfilas y diálogos picantes y de doble sentido que merecerían un segundo visionado para no perder detalle. Quizás ese sea uno de los hándicaps que provoque algún que otro altibajo en el desarrollo de la acción. Se quiere dotar al conjunto de un frenetismo tal que no se deja reposar alguna secuencia que hubiera merecido un poco más de atención.
Aquí se dispara contra todos y contra todo, no quedando a salvo ni la religión, ni la intolerancia, ni la homofobia, ni el consumismo compulsivo. Se trata de arremeter contra cualquier convencionalismo con la excusa de la diversión. La crítica y el cinismo se palpa en cada fotograma, y todos los actores y actrices que han prestado su voz a semejante ejercicio demencial (Edward Norton, Salma Hayek, Bill Hader, Michael Cera, Kristen Wiig…tienen su momento de gloria (imprescindible, si es posible, verla en su versión original). Irregular, pero disfrutable por ser tan alocada y salvaje, hay quien ya se ha apresurado a compararla con South Park. Tampoco hay para tanto, porque la legendaria serie ideada por Trey Parker y Matt Stone se halla en un altar donde La fiesta de salchichas no llega.
En definitiva, ni se os ocurra llevar a los niños al cine pensando que se trata de un entretenimiento inofensivo. Destila mucha mala leche y hasta un punto de crueldad no apta para todos los públicos, aparte de utilizar un lenguaje subido de tono donde se juega mucho con las ambigüedades. Eso sí, los mayores que aún conserven un punto de gamberrismo adolescente se lo van a pasar en grande.