La historia de una salchicha que en vísperas del día de la independencia norteamericana cae en un carro de compras es el puntapié inicial de un guión lascivo y políticamente incorrecta repleto de referencias al sexo y las drogas que solo Seth Rogen, Jonah Hill y Evan Goldberg pueden ofrecer. Lo nuevo en realidad es el formato en que se elije contarla. Y para eso, Conrad Vernon y Greg Tiernan que cargan en sus espaldas la experiencia de haber dirigido Shrek 2, Madagascar 3 y Thomas & Friends entre otras, fueron los elegidos para darle forma a la ejecución de semejante disparate audiovisual.
La principal diferencia con otras producciones de Seth Rogen y compañía es que el tono promiscuo y burdo acompañan una premisa fresca, divertida y osada que encuentra en la animación la excusa perfecta para derrapar a niveles inimaginables. Solamente pensar en la posibilidad de filmar algo similar con actores en vez de personajes animados parece una invitación abierta a la censura o a la mera provocación. Pero a veces en el afán de empujar los límites de lo grosero el ritmo se vuelve un tanto tedioso y a pesar de su escasa hora y media de duración es inevitable abstraerse de la trama y preguntarse cuánto falta para el final. Es fácil pensar este tipo de historias no abundan en el cine comercial, pero luego uno se acuerda de South Park y todo parece menos arriesgado que el estreno de Bigger, Longer & Uncut allá por el año 1999.
Levantando la herencia de Pixar, Dreamworks y todos los grandes estudios de animación, los guionistas toman la misma idea de plantear un mundo colorido y en apariencia fastuoso en el cual repentinamente sus protagonistas comienzan a blandearse con experiencias carnales de todo tipo. Orgias, muertes brutales y prácticas lisérgicas son el vehículo que utilizan los guionistas para mostrar el lado B de todos esos personajes que si hubieran sido rendereados por otro estudio no harían más que sonreír, saltar y divertirse.