Con una temática muy actual y necesaria, llega el estreno, en Cine.Ar TV y Play, de La fiesta silenciosa, un film que propone debates interesantes pero que no logra generarlos con la altura que ellos requieren.
El film, tal como su enmarañado hilo temporal, está presentado con la siguiente premisa: “a horas de celebrar su casamiento en la estancia de su padre, Laura sale a caminar sola y se encuentra con una inusual fiesta. La música y el ambiente la alejan por un momento de las tensiones hasta que un hecho violento cambia drásticamente el curso de la noche involucrando a su padre y a su novio.”
Como suele pasar, las cosas siempre son mucho más complicadas de lo que parecen y este es el principal problema de la película. Abordar temas de candente actualidad, e incluso de importancia social como la violencia de género, es una urgencia de nuestro presente, pero eso no justifica que algunas cosas se pierdan en el proceso solamente por el apuro de sacar un guion y filmarlo.
Desde el inicio conectar con los personajes es una tarea complicada para el espectador. Conocemos a Laura (Jazmín Stuart) como una persona conflictiva desde el primer momento y, aunque sabemos por la secuencia inicial que ella está en problemas, la sobrecarga de energía negativa en los primeros momentos del film nos genera un marcado rechazo por los personajes, reforzado por la puesta de cámara que insiste en tomar a Laura desde atrás dándole muy poco tiempo para conectar con el espectador. A eso se suman las discusiones constantes con su novio (Esteban Bigliardi) y su relación con su padre (Gerardo Romano) que tampoco parece ser la mejor, ya que mientras él trata de controlar todos los aspectos posibles de la fiesta en pos de sus propios gustos e intereses, Laura se dedica a protestar con mal humor. Sostener el vínculo con el espectador en un film donde ningún personaje despierta empatía es una tarea difícil que requiere de un guion muy sólido que La fiesta silenciosa no tiene.
La película juega con los saltos en el tiempo para ir construyendo el relato de a poco y de esa forma oculta al espectador cierta información con la que construye un thriller de venganza por mano propia que no logra nunca el nivel de ambigüedad necesario para que los personajes sean rápidamente absueltos de su doble moral. Laura miente para salvarse de que su novio sepa que le fue infiel, el novio sabiendo que las cosas no fueron como Laura las cuenta actúa violentamente sobre el pibe al que Laura sedujo y el padre de Laura, siendo nada más y nada menos que juez, decide resolver los asuntos por afuera de la ley iniciando una cacería despiadada.
La manera de mostrar “el momento de quiebre” es bastante caótica, lo cual tampoco ayuda a construir el relato que el guion quiere contar. La falta de claridad en las escenas lejos de provocar intriga en el espectador, aumentan la (acertada) sensación de que no todo está siendo contado y, aunque obviamente nada justifica el hecho de violencia del cual Laura es víctima, las sospechas de que no todo es como ella lo dice sí generan reparos sobre qué tan acertadas son sus decisiones.
Cuando la furia se desata y comienza la cacería final, los directores parecen olvidarse del código del thriller que venían construyendo y el film se acelera resolviendo muchas cosas apresuradamente y dejando otras en el tintero que no tienen resolución, al mismo tiempo que carecen de la impronta suficiente como para que el espectador haga el esfuerzo de construir un posible desenlace, demostrando que algunas cosas, incluso algunos personajes, estuvieron en el guion solamente para darle al espectador y/o a los otros personajes alguna información que no se pudo generar desde la diégesis del relato.
Hacer un film que muestre (y justifique en algunos casos) la venganza por mano propia no es algo fácil y sólo un guion contundente puede lograr ese tipo de comprensión por parte del espectador. Ninguna de esas dos cosas se logran en este film, que tiene aciertos en su búsqueda de climas y las tensiones que genera, pero que pierde su objetivo en el camino mientras distancia emocionalmente al espectador de la historia.