El silencio que lastima
En La Fiesta Silenciosa (2019) desde el inicio del relato, y posteriormente mediante la acumulación que es propia del espectador cinematográfico, entendemos que algo no anda bien, hay una tensión latente que mantendrá intrigado al público de principio a fin, como es propio del género del thriller. En dicho largometraje lo que se supone es un momento de celebración en la estancia familiar, debido al futuro casamiento entre una pareja de jóvenes, Laura -interpretada con excelencia por Jazmín Stuart- y Daniel (Esteban Bigliardi), devendrá en tragedia. Tal como plantea la superstición popular, el novio nunca debe ver el vestido mujeril antes de la boda, porque trae “mala suerte”.
Desde el comienzo la pareja en cuestión se plantea como poco sólida en algunas cuestiones, con recursos sutiles pero claros, a través de ciertos gestos y parlamentos de los personajes. Al igual que el vínculo peculiar de la joven Laura con su padre, personificado verosímilmente por Gerardo Romano, quien posee un gran cambio en materia de su “physique du rol” a través del gran trabajo de maquillaje FX. El patriarca en cuestión es representado como un hombre grandilocuente y con algunas costumbres excéntricas, y un tanto iracundo. En varios momentos se hace hincapié en el carácter impredecible de Laura, y a su vez en las similitudes de ella con su padre. Por supuesto, pues cada sujeto se ve afectado por su crianza. El personaje de Laura resulta muy interesante porque no es femeninamente estereotipado, por el contrario, es ambiguo, débil y fuerte a la vez, según la circunstancia.
El segundo grupo de personajes del relato está compuesto por un grupo de jóvenes que decide también realizar una fiesta en otra estancia cercana en la que se inmiscuye Laura, en busca de liberar la tensión previa a su boda. Ambos espacios se conectarán a través del follaje y será allí donde surja el conflicto, entre los preparativos de un casamiento y una fiesta que ya ha comenzado. A lo largo de todo el relato, el título del film se resignifica una y otra vez, principalmente en tres sentidos: el casamiento que aún no es y del que sólo está presente su mobiliario, la fiesta de los jóvenes que bailan con los auriculares puestos y por ende es en apariencia “silenciosa”. Al respecto, el tercer sentido está dado por el hecho de que lo que es considerado una “fiesta” por determinada persona, puede ser un silencio tortuoso y paralizante para otra.
En conclusión, se considera que La Fiesta Silenciosa no avala ni justifica el comportamiento violento de ninguno de los personajes, mantiene la distancia respecto de los mismos, y no hay ninguno de ellos que no obtenga un castigo simbólico en el relato. No se apoya la justicia por mano propia, y también se esboza una sutil crítica hacia la juventud alienada tecnológicamente, que parece no involucrarse. Por ende, la película dejará pensante al espectador, que ha sido testigo de una vorágine de violencia que se retroalimenta a sí misma, una y otra vez. Al respecto, hay que destacar que la película selecciona muy bien qué escenas mostrar directamente vía la cámara y cuáles sugerir, es decir, no abusa de la violencia explícita.
Por último, puede considerarse que La Fiesta Silenciosa tiene elementos del subgénero cinematográfico del “rape and revenge”. Dicho subgénero, tal como su nombre lo indica, generalmente posee una protagonista femenina víctima de una violación que luego buscará venganza sobre el abusivo. Se plantea que La Fiesta Silenciosa posee algunos elementos, porque no sigue todas las reglas principales de este subgénero, sino más bien comparte algunas cuestiones temáticas. Por ende, si bien es novedoso para el cine nacional, hay que recordar que en el ámbito mundial actual hay muchas películas con dicha temática, que ha retornado después de su aparición en los 70. En consecuencia, debido a su constante suspenso y el excelente manejo de la intriga, La Fiesta Silenciosa es muy entretenida para el espectador que se sienta a gusto con este tipo de géneros.