La boda de Jazmin Stuart se complica seriamente en este violento thriller con algunas escenas bien resueltas, en especial la que da lugar al título. La protagonista y su prometido, no demasiado agudo, llegan a la fastuosa casa de campo del padre de ella, donde apenas al día siguiente tendrán lugar el casamiento y la fiesta. Pero, esa noche, la novia no está de buen humor ni con su padre ni con su futuro esposo, y cuando sale a caminar termina en una misteriosa fiesta electrónica en medio de un bosque, donde todos los participantes escuchan música tecno solamente por auriculares. Pronto estará tomando tragos y bailando con auriculares prestados, lo cual deriva en una experiencia sexual que luego irá recordando de a poco.
El resto es un desbande de violencia vengativa en la que todos los personajes hacen su aporte, especialmente el padre fascista que tiene un arsenal en su ropero. “La fiesta silenciosa” empieza bastante bien, pero una vez planteado el argumento la narración se debilita, al igual que el ritmo y la técnica. Como hay bastante acción, el asunto nunca deja de perder el interés del todo, pero el film daba para más, en especial por las buenas actuaciones de Jazmin Stuart y Gerardo Romano.