Ambiciosa antología que a pesar de sus sólidas actuaciones, no puede evitar caer en el tedio.
La película de más larga duración de la historia del cine nacional. La película más convocante del BAFICI 2018. Un ambicioso experimento narrativo, cuya primera parte ha sabido cosechar elogios durante la edición 2016 del Festival de Cine de Mar del Plata. Ahora, La Flor en su totalidad ha llegado y la pregunta es si está a la altura de toda la expectativa creada alrededor de ella.
La Flor, las partes
La Flor es una antología que contiene seis historias sin conexión entre ellas. Para hacer adecuada justicia a las virtudes y defectos de este tan extenso como desafiante espectáculo, separaremos el análisis en tres grupos tomando en cuenta las pautas narrativas instaladas por Mariano Llinás al principio de la película, literalmente, ya que lo primero que vemos es al propio director explicando las reglas del juego. Hay quienes dirán que esto es como explicar un chiste, pero yo lo veo más como un, valga la frase hecha, “el que avisa no es traidor”
Bloque 1: 4 Historias que empiezan y terminan a la mitad
El más conflictivo de los bloques, donde para apreciarlo es fundamental prestar cercana atención a lo que dice Mariano Llinás en su prólogo. Si se deja de lado esto, se puede creer con facilidad de que hemos caído en un anticlímax (que lo tiene y a la vez no, por estar este fuera de campo) cuando en realidad Llinás nunca nos prometió un clímax, al menos no en el sentido de una narración tradicional donde todos los arcos de personaje terminan y se resuelve el conflicto principal.
La clave para esta sección del experimento narrativo es entender el concepto de “Clímax a Mitad de Acto”, lo que en teoría del guion se conoce como Punto Medio. Es decir, una falsa victoria o derrota del objetivo principal que se produce habitualmente a la mitad de una película.
En el caso de este Bloque de La Flor, ¿qué viene después de ese punto medio? No lo sabremos nunca. Pero en cada una de las historias de la sección, la narración se las ingenia para terminar de una forma que esa interrupción, aunque advertida, no parezca abrupta y sea satisfactoria dentro de sus términos (cuando estos funcionan, porque hay episodios donde esta técnica le juega en contra). Para más detalles ahondemos en los episodios que componen este bloque de inconclusiones.
La primera historia es la típica maldición de una momia que se posesiona de una científica y los intentos desesperados de sus compañeras para anular dicha maldición.
En este caso, la posesión de la compañera es lo que encuentra una resolución, pero lo de la momia deja entrever un conflicto mucho más grande, que vendría a ser el principal de haber elegido contar el resto de la historia.
Es, de todas las historias, la más lograda y la que tiene un procedimiento notoriamente clásico, dándole un tinte tan moderno como autóctono a esas películas de serie B de los años 40 a las que pretende evocar.
La segunda historia es la de un dueto musical, con clara base en Pimpinela, y lo que ocurre cuando el vocalista masculino se va con otra cantante. Dicho abandono despierta la ira de la socia que fue dejada atrás, procediendo luego a un racconto de cómo esa pareja se conformó.
A diferencia de la anterior que tiene una trama más directa, acá se animan a mostrar una subtrama sobre una sociedad secreta que consume veneno para escorpiones en busca de la eterna juventud. Es aquí donde el relato favorece en iguales niveles al desarrollo de la trama y al de los personajes.
Inicialmente uno podría creer que no tienen conexión la una con la otra, más allá de un personaje que aparece en ambas líneas. No obstante, ambas líneas se terminan tocando e incluso colisionando (siguiendo una clara tradición del Punto Medio), pero es una conexión cuyo por qué no sabremos en profundidad por las reglas claramente establecidas. Por otro lado, se produce un duelo musical que sirve apropiadamente como clímax narrativo según los términos propuestos por el film.
La tercera historia es la de un grupo de espías que responde a un hombre llamado Casterman, quienes tienen el deber de secuestrar a un hombre. Lo que no saben es que su empleador ha enviado a un segundo grupo de asesinas para sacar del camino a las primeras. Mientras esperan, el espectador es introducido a la historia personal de cada una de las integrantes hasta el momento que Casterman entra en sus vidas.
Es la más larga de todas las historias, con 6 horas de duración, siendo en esta instancia donde la película empieza a priorizar el desarrollo de personajes por sobre el de la trama, cubierta solo en lo necesario. Dicho desarrollo de personajes, que no podría ser más pleno, trae como colateral la desventaja de alcanzar en no pocas ocasiones niveles de tedio. La voz en off domina todo, dando la sensación más de estar leyendo una novela que de estar viendo una película. Sin embargo es, de todas las historias, incluso siendo una de las que termina a la mitad, la que está en mejores condiciones de ser su propia película más allá de la asociación que tenga con esta antología como un todo.
La cuarta historia trata del rodaje de una película. Su director prefiere filmar un montón de árboles que a sus actrices, sin saber que estas le guardan un secreto. Paralelamente cuenta la historia de un investigador, Gatto, que se cruza con el diario del cineasta cuando este desaparece y sus colegas son sumergidos en la locura.
Acá es donde cualquier clasicismo es hecho a un lado y la película empieza a abrazar la experimentación, lo que contribuye a que sea el más desordenado de los relatos. Donde el tedio se siente más fuerte. Donde más se divaga. Donde parece no apuntar a nada. Es acá donde la promesa de terminar a la mitad hace más daño que beneficio. Particularmente porque pasado su “final” se mete en una sucesión arbitraria de imágenes de las actrices, una sucesión que no tiene otro propósito que mostrarlas a ellas. Un relleno injustificado.
Bloque 2: 1 Historia que empieza y termina.
La quinta historia es la adaptación de una película francesa antigua basada en un relato de Guy de Maupassant, Une Partie de Campagne, donde dos hombres intentan conquistar a una hija y su madre. Uno de ellos tiene éxito en la conquista con bastante facilidad, mientras que el otro lo tiene un poco más complicado.
En esta instancia, Llinás rompe su contrato, porque a pesar de habernos prometido que las historias no tenían otra cosa en común que las cuatro actrices, en esta historia no aparece ninguna de ellas. Más allá de esta ruptura es un desarrollo narrativo decente, que incluso puede sacar algunas risitas; pero puntualmente, al ser una historia muda todo avance narrativo es motivado exclusivamente a través de las imágenes.
Una historia muda, y cuando se dice muda lo es en el sentido más pleno de la palabra: no hay sonido alguno. Una instancia donde la sala es absolutamente sumida en el silencio. Hay que darle la derecha a Llinás que le escapo al cliché del pianito o el violincito que suele tapar esta “falencia” cada vez que se ve una película muda. Busquen Viaje a La Luna de Georges Melies en YouTube y se van a encontrar que cada copia del corto tiene músicas diferentes. Lo que buscó Llinás era sumirnos en la experiencia completamente desprovista de sonido que implicaba ver una de estas películas en esa época, por primerísima vez, aunque el enfoque que él aplica sea más moderno y un poco más extenso que en esos tiempos.
Bloque 3: 1 que empieza a la mitad y termina la película
La última historia que empieza a la mitad y termina la película cuenta la historia de unas cautivas del Siglo XIX que huyen de sus captores.
Más que ser un in media res, no es ni siquiera la segunda mitad de un segundo acto, no es siquiera un tercer acto. Esto es lo que ocurre después del clímax. Cualquier acción que haya llevado al mismo no la vimos ni la veremos. Es un segmento netamente contemplativo (como todas las reflexiones finales posteriores a un clímax narrativo) que no presenta otra novedad más que la metodología de cámara oscura en la que fue filmada.
El todo
La duración de una película es raras veces una cuestión relevante de ser discutida en profundidad. Habitualmente, las palabras a ser escritas sobre ese tema quedan reducidas a expresiones de una o dos palabras para expresar si el paso del tiempo fue dinámico o tedioso. La opinión sobre esto en películas que tienen incluso hasta 3 horas de duración puede darse el lujo de ser así de sintética, reducida y hasta incluso limitada. No obstante, La Flor es una película de 14 Horas, repartida en tres funciones (con intervalos desde luego) de 4, 6 y 5 horas respectivamente. Lo que lo hace una experiencia cinematográfica, más allá de la opinión laudatoria o no que se tenga sobre el resultado final.
Visto en retrospectiva, la curva vendría así: La primera parte (Ep. 1 y 2) empieza promisoria, pero entrada la segunda parte (Todo el Ep. 3) es cuando el ritmo comienza a decaer lentamente (a pesar de tener un muy buen desarrollo de personajes), y ya con la tercera parte (Ep. 4, 5 y 6) incurre en un divague que sumado al ritmo cansino cosechado termina echando por tierra cualquier posibilidad de llegar a un buen puerto narrativamente hablando.
Respecto a las intervenciones del director en carácter de presentador (que no es una, sino tres diseminadas a lo largo de la película) debe decirse que la primera es tolerable por establecer las reglas del juego, pero las otras dos no están justificadas. Se agradece la buena onda en su tono, felicitándonos por nuestro aguante, pero estas dos presentaciones extra le meten un tinte explicativo al recorrido que no hace falta.
Un Reparto de Notables
Si hay algo por lo que destaca meritoriamente La Flor, si hay un único aspecto sin fisuras de ningún tipo, es la extraordinaria labor de sus cuatro protagonistas que atraviesan una variedad abrumadora de registros. Por ejemplo, la que era una chica inocente en un episodio, en el siguiente se vuelve una femme fatale. Cada una se adentra en cada registro de forma completamente natural, adoptando inmediatamente la vida interior de ese personaje.
“Esta película es sobre ellas y de algún modo es para ellas” dice Llinás en el prólogo y no podría estar más de acuerdo. La Flor es un enorme testimonio al talento y la versatilidad de estas cuatro actrices. Los directores deben tomar nota, haciendo triple y cuádruple subrayado a la hora de considerar a Pilar Gamboa, Elisa Carricajo, Laura Paredes y Valeria Correa para sus proyectos futuros. Son actrices que ya tienen cierta presencia en el panorama del cine independiente, pero lo logrado en esta película hace que el punto que ocupan en el mapa crezca a un tamaño considerable, imposible de ignorar.