El nuevo film de Paula de Luque, "La forma de las horas", realizado mediante el sistema del cooperativismo; narra el epílogo de una pareja a través de la visión de una mujer y su mente. El talento de la directora y sus intérpretes, realzan una propuesta chica pero enriquecedora.
Una casa en el bosque y en la playa, una ex pareja que se rencuentra, los recuerdos expresados en palabras, y una sensación de que algo quedó sin cerrarse en esa relación. Ana (Julieta Díaz) y su ex (Jean Pierre Noher) se encuentran en el que fue su hogar para ultimar detalles antes de abandonar el inmueble para siempre.
No pasa mucho tiempo para que empecemos a sospechar, y confirmar, que él no está ahí, que ya se fue, y que estamos dentro de la confusa cabeza de Ana, que debe cerrar varias puertas antes de abandonar. ¿O no? ¿Sucede otra cosa? ¿Es su ex? "La forma de las horas" se desarrolla por capítulos, como la novela que está escribiendo Ana y a la que le cuesta encontrarle forma.
Comienza siendo autobiográfica, luego quiere virar hacia la ficción, pero no puede, o sí, no sabemos ¿Qué es real y que es lo idílico de lo que vemos? El nuevo film de Paula de Luque es una propuesta frágil y delicada, con muchos vaivenes, idas y venidas; como la mente de alguien que atraviesa por un cambio fundamental en su vida.
En algún punto, comparte temática con la reciente y excelente "La cama" de Mónica Lairana. Pero en aquella no sólo se ponía atención en la corporización de lo físico, en esos cuerpos achacados de una adultez dura; sino que los hechos eran más concretos, y la sensación de encierro favorecía a lo sombrío y la sensación de ocaso.
En "La forma de las horas", los personajes son más vitales, algo más jóvenes, de una clase media intelectual; y el asunto no pasa tanto por lo físico como por lo emocional, el no querer soltar y aferrarse a lo efímero, sea lo que sea que esté sucediendo.
La luz penetra, hay puertas abiertas, y el bosque funciona como laberinto a la vez que la playa como una inmensidad de soledad. El tiempo se repliega, los cuadros se repiten, todo se envuelve en lo onírico, y la conciencia que replantea se hace real ¿Hasta cuándo seguir así?
"La forma de los horas" es un film pequeño, intimista, calmo, profundamente reflexivo, en el que importan más lo que se dice que lo que sucede. El texto no sólo sale de sus bocas, los párrafos del libro invaden la pantalla mientras Ana logra desbloquearse y escribe… para luego arrepentirse, borrar, y reiniciar ¿Avanzará en el texto? ¿Le encontrará una respuesta al bloqueo creativo?
De Luque no construyó un cuento de hadas, una historia feliz. Si la pareja no se terminó definitivamente, atraviesa un momento de duda e incertidumbre; sea lo que sea, es una zona con sombras y oscuridad.
El ritmo es lento si bien no estático, y la puesta juega a lo austero con recursos que requieren más talento que gran producción. "La forma de las horas" creó una cooperativa de colaboración entre todos los intervinientes para poder ser realizada sin el financiamiento del INCAA (son conocidos los conflictos que la realizadora tuvo con esta entidad); y esto abrevó en que sea una película de estructura pequeña en la que se requiere de gran talento para resolver ciertas cuestiones técnicas.
Por suerte, talento es lo que sobra. No necesita de más de dos actores (y unos inserts bailados libremente por Paula Robles), y jamás se siente teatral. De Luque airea permanentemente gracias a los juegos de luces, y una puesta aséptica que recurre a una fotografía blanca luminosa en la que menos es más.
Hay efectos de cámara y otros detalles que en otras manos hubiesen mostrando los hilos, y sin embargo, en las manos de la realizadora de Juan y Eva quedan equilibrados y correctos, jamás se siente el artificio si no es buscado. Una película así, necesita de actores comprometidos, y ambos entregan performance muy comprometidas.
Sobre todo una Julieta Díaz alejada de lo usual, empalidecida, natural, alejada de la estridencia, y transmitiendo el dolor en todo su cuerpo. El apoyo en el sonido y la musicalización, sumado a un acorde leit motiv final entonado por ambos actores en los créditos, son datos que no pasan desapercibidos.
En el vestuario de ropas holgadas y oscuras o pálidas, y un maquillaje imperceptible, también hay un acierto por los detalles. Contracara de películas como "El amor menos pensado", "La forma de las horas" no busca “lo rosa”, la complacencia, ni hacerle una caricia al espectador.
Más bien le presta un espejo y un hombro a aquellos que se vean reflejados en esta historia de la (im)posibilidad de soltar. Como una poesía triste hecha film, "La forma de las horas" deberá interpretarse, y en ese juego nos acompañará aún después de finalizada. No es poco mérito para una película que plantea algo tan etéreo como un vínculo que probablemente ya no exista.