La fraternidad del desierto

Crítica de Mex Faliero - Fancinema

CONTRADICCIONES EN LOS CAMPOS DEL SEÑOR

En La fraternidad del desierto, el director Iair Kon entrevista a ex integrantes de Hermanitos del Evangelio de Charles de Foucauld, una agrupación integrada por curas obreros y religiosos laicos que entre 1959 y 1977 actuó en Argentina vinculando la acción cristiana con la militancia política y los sectores revolucionarios. Precisamente ese debate, el de la pertinencia de participar desde la Iglesia en la acción política, es el centro del documental en el que con carácter televisivo y sin apuesta formal distinguible, el director recoge una serie de testimonios que dan cuenta de la personalidad de aquellos religiosos, como el sacerdote italiano Arturo Paoli, referente en la región de todo este movimiento, que al momento de la película tenía 100 años y demostraba una lucidez increíble. Los protagonistas recorren los espacios donde actuaban hace varias décadas, especialmente el desierto de La Rioja, y mantienen viva la reflexión sobre los hechos del pasado, sin esquivar la ambigüedad y la posible contradicción en las formas.

Kon sabe que lo principal en la película son los personajes, y muy especialmente lo que tienen para decir. Por eso, ilustra de manera bastante simple lo que mayormente son una serie de testimonios dichos a cámara. En ese sentido hay que aceptar que la película se construye de manera demasiado desapasionada en el retrato de personajes que han vivido lo suyo con evidente ímpetu. Pero salvada esa distancia, La fraternidad del desierto revela una historia tal vez no del todo conocida, otra más de aquellos tiempos en los que la violencia institucional derribó cualquier tipo de inclusión social e integración. Por el documental desfilan varios de aquellos sacerdotes, muchos de ellos que aún continúan vinculándose con sectores emergentes en la región, y también el filósofo uruguayo Julio Saquero, especialista en temas de derechos humanos y una suerte de alter ego del director.

Como lo más importante del documental está en la palabra, es noble decir que algunos testimonios repiten conceptos que hacen un poco redundante a la película. Sin embargo, asoman por ahí temas que no están del todo conceptualizados en el film, y que habilitan interesantes reflexiones. Por un, lado el paso del tiempo y cómo juzgamos no sólo las acciones de los otros en el pasado, sino las de nosotros mismos. Cómo convivimos con aquellas cosas que hicimos y sus consecuencias, o en todo caso cómo convivimos con lo que no hicimos y sus consecuencias. La culpa o no, en un contexto de hombres de fe y religiosos, es sin dudas un elemento clave. Y aquí hay tantas miradas como individuos, evidenciando que lo que alguna vez fue una acción grupal hoy se encuentra desperdigada por el mundo, en un discurso poco homogéneo.

Seguramente la posible grieta la viene a zanjar el propio Paoli, quien en su centena no abandona el discurso militante y ofrece los pasajes más potentes del relato, especialmente aquel en el que califica al Papa Juan Pablo II como lo peor que le pasó a la Iglesia Católica en muchos años. Y que dice que el catolicismo no es sólo algo místico, sino un elemento profundamente político, entendiendo esto como la acción directa sobre lo social y el acompañamiento de los desprotegidos.