El camino de la lucha femenina
Al igual que en el resto de las películas del director Radu Mihaileanu (El tren la vida, Ser digno de ser, El concierto), La fuente de las mujeres comienza con una tragedia que determina un cambio radical en los personajes y en el contexto en que se mueven.
En este caso, el aborto de una mujer –que como todo el resto de las madres y esposas de los hombres de una aldea ubicada en el norte de África–, todos los días debe transportar el agua que consume su familia desde un manantial, donde su vida corre peligro diariamente en un camino casi inexistente en la empinada montaña.
En un relato donde el drama y el humor se combinan equilibradamente, Mihaileanu emprende la tarea de narrar la historia de estas mujeres que un día declaran una huelga de sexo –la clausura del cuerpo, la única arma a blandir frente al machismo imperante– hasta que los hombres tomen su lugar en la peligrosa tarea, el primer paso para cambiar las condiciones de vida del pueblo.
En suma, la apuesta arriesgada y si se quiere valiente del realizador rumano es intentar comprender cuáles son las características de la cultura árabe, atravesada por la religión musulmana, y en ese contexto, cuál es lugar de las mujeres.
En ese sentido, la puesta logra su cometido. Pero necesariamente en el camino de limar cualquier arista sutil y compleja de una realidad ajena al mundo occidental en una historia centrada en la épica de estas mujeres que luchan por torcer las costumbres de una cultura patriarcal, la película pierde sustento. Sin llegar a banalizar el conflicto, la sensación es que luego de las más de dos horas que dura La fuente de las mujeres, el esfuerzo por eludir los inevitables estereotipos de la mirada ajena resultan efectivos a medias, en un film noble que rebalsa de buenas intenciones. Pero que no alcanza.