Si tuviera que describir la película en una sola palabra, creo que esta sería PRECIOSA. La película es preciosa, desde su interior hasta su exterior. Desde sus mensajes, frases y diálogos, hasta la estética de su imagen. Lo que cuenta es duro, difícil, pero esta contado con poesía. Las palabras están en su justa medida, eso es un acierto; y con un lenguaje, también bello.
Los silencios, las conversaciones a medias a distancia, la poca comunicación, esos diálogos entrecortados de la protagonista con el exterior, le dan tanto a la cinta, y al conflicto que esta tiene, que me parecen sencillamente maravillosos. La soledad, la angustia, la tenacidad, el gran paso del tiempo y lo que ello corroe en las personas, o bien lo que colabora a forjar el carácter (no por ello sin sufrir), esta manejado de una manera también exquisita. Cada vez que la peli dice “tantos años después”, la elipsis se nos hace enorme, y con ello, el drama. Una película en la que esos saltos narran por si solo, mucho.
Las actuaciones todas están a la altura de la película, la protagonista sobresale, pero no es menos el papel del esposo que es un compañero de hierro. Y los hijos, que en su poco hablar, en sus gestos, comunican ese tiempo sin la madre, esa ausencia que se siente.
Los malvados están quizá, más estereotipados, y no lucen tanto actuando, de hecho, no se los ve tanto en la película. No se centra en ellos, sino en la acción, callada y constante de la protagonista. Y en cada una de las trabas que se le han puesto a su andar, intentando carcomer su psicología, buscando el punto de quiebre.
Para ponerlos un poquito más en tema, la película (basada en hechos reales) cuenta la historia de una figura muy importante en Birmania, Aung San Suu Kyi (Premio Nobel de la Paz en 1991), hija de otra figura muy importante para el país, y a partir de la cuál, ella parte en su carrera política, prácticamente reclamada por el pueblo, al que ella no da la espalda y del cuál acepta la responsabilidad del trabajo que se le pide.
La peli retrata los últimos minutos de su padre, y salta luego, al momento en que ella, ya mayor, tiene contacto nuevamente con Birmania a raíz de la enfermedad de su madre. La llegada de ella al país, causa conmoción, para unos y para otros. Y es allí, donde comienza su lucha.
Sin abusar de las escenas fuertes, ni del dramatismo desmedido, la película resulta aún más honda, y sobre todo le da mucho espacio a los planos, amplios o primeros planos, según la situación lo demande, y todo absolutamente con muchísima belleza. Los colores juegan un lugar importante, todo es muy vistoso, sin resultar chabacano. La sutileza de la femineidad, con su tenacidad incluida, está transmitida en cada escena. Y además, para ponerle un broche de otro, también cuenta una historia de amor, de esos pocos convencionales, abocados a una causa que les cambia la vida, se las desacomoda, y aún así manteniendo una lealtad envidiable.
Se las recomiendo, y les recomiendo que amplíen las imágenes, porque ninguna tiene desperdicio. Eso se lo debemos al director de fotografía, Thierry Arbogast, que ya ha trabajado varias veces con el director.
Ya me dirán que piensan, por lo pronto, estoy segura que más de una escena les parecerá maravillosa.