En nombre de la democracia
Luc Besson realiza La fuerza del amor (The Lady, 2011), una biopic sobre Aung San Suu Kyi (Michelle Yeoh), la líder birmana que hizo frente a la sangrienta dictadura del país oriental, como si se tratara de una película de acción: representando el bien y el mal de forma unidimensional, de uno y otro lado del conflicto.
La película trae la historia de la líder birmana desde que es pequeña y recibe la triste noticia de la muerte de su padre, un funcionario político muy querido en Birmania, en manos del golpe de Estado que instala la dictadura, hasta su vuelta al país tras la muerte de su madre, para hacerse símbolo de la resistencia. Su estadía será tortuosa, pasando por el maltrato, la censura y prohibición de su libertad, y paralelamente, la distancia que su accionar le impone para con su familia, sobre todo con su marido (David Thewlis), un inglés progresista que la apoya incondicionalmente.
Quien haya visto la última de Rambo (Rambo: regreso al infierno), en la que el personaje ideado por Sylvester Stallone peleaba contra los birmanos, descubrirá que la representación de los orientales hecha por Besson es muy similar: esquemática, estereotipada y sin matices. Los militares que comandan la feroz dictadura son malísimos, tipos sin alma ni escrúpulos, despojados de toda piedad, como en cualquier película de acción. Hay algo noble en esa representación que Luc Besson hace en la película, y es que Besson es director de muy buenos films del género, y no de dramas históricos. El francés responsable de El perfecto asesino (Leon, 1994) no intenta hacer lo que no sabe (Gandhi por ejemplo), y plantea La fuerza del amor como uno de los relatos que acostumbra construir. El problema es que ésta película está basada en un personaje real con toda la complejidad que requiere. Y ahí es donde hace agua.
Que quede claro, La fuerza del amor está muy bien narrada, muy bien manejadas las escenas de tensión y logra una fluidez narrativa y técnica impecable. El problema es que no transmite nada a nivel emocional. Y si hablamos de un drama histórico basado en un personaje real, se espera cierta emoción más allá de la impotencia producida por las injusticias representadas.
Besson logra que el resto del mundo sepa de la situación en Birmania, conozca la lucha de Aung San Suu Kyi por los derechos humanos y el conflicto que esta mujer atravesó, que es bastante. Pero no logra significar sus dilemas humanos, sus problemas internos y existenciales más allá del nivel narrativo. Y para filmar la historia de un personaje tan grande a nivel humano, hace falta algo más que oficio.