Una mujer ejemplar
Toda figura que protagoniza un hecho histórico relacionado a los derechos humanos merece reconocimiento. En el caso de la birmana Aung San Suu Kyi, parecía extraño que lo realizara Luc Besson, director que si se especializó en algo que tuviera balas en sus tramas era en exhibir los tiroteos con regodeos visuales (Nikita , El perfecto asesino , El quinto elemento), todos filmes de ficción. Aquí, las balas son reales, quienes las disparan son miembros de la dictadura militar en Birmania (hoy, Myanmar) y quienes las reciben son ciudadanos pacíficos.
Pero Besson subdivide su relato. Por un lado, el costado político y social (con la detención de Suu Kyi, su prisión domiciliaria) y por otro, su relación con su esposo inglés y sus dos hijos.
La diferenciación no es poca. Desde las actuaciones, con una siempre potente Michelle Yeoh, y un David Thewlis que, como su esposo, gana con oficio los momentos difíciles. Donde Besson refleja a los militares birmanos -tal vez para enfatizar la sinrazón de la violencia- termina parodiándolos y el efecto, en vez de ser dramáticamente eficaz, se desvanece.
No muchos conocen la vida de Suu Kyi, quien de niña perdió asesinado a su padre. Sí se sabía que Suu Kyi no podía abandonar su país para estar con sus seres queridos. Y ese aspecto de la historia, en el que la líder de la oposición debe elegir entre su país y su familia, es el que Besson, amigo del blanco sobre negro, decide dejarlo en un tono gris. Que sea el espectador quien opine.
Besson es un gran puestista, sabe dónde colocar la cámara, es en la cuestión dramática donde la narración se le dilata y extiende más de lo aconsejado. Las labores protagónicas balancean el resultado final.