Con un recorrido con la cámara por dentro del lugar, apreciamos esta funeraria con habitaciones arruinadas, sin vida, en contraste con otras amuebladas, con trofeos y una buena televisión. Este lugar es el negocio de Bernardo: una funeraria. Allí él, con su pareja y una hijastra, conviven con ataúdes, coronas y extrañas presencias. Con esta buena ambientación nos adentramos a una película que intenta ser profunda con algún drama familiar más allá de mostrar buenos sustos, pero no llega a impresionar.