La Funeraria dirigida por Mauro Iván Ojeda es una película de terror fantástico que narra la historia de Bernardo (Luis Machín), un hombre maduro que heredó el negocio familiar legado por su padre. Este hombre junto a su actual pareja y su hija adolescente viven en una casa construida en el mismo predio donde funciona la funeraria, o sea su trabajo. Como es de esperar, los problemas no tardan en aparecer cuando los espectros de los fallecidos comienzan a asechar a la familia ensamblada.
La Funeraria tiene un problema estructural. El guion falla en varios niveles, pero el más significativo es el de narrar los eventos sin utilizar el espacio, sin desplegar la acción, sino solo con palabras. Es decir, que lo que el espectador va conociendo sobre los personajes y la situación actual de los mismos, se acota a la forma verbal, en los diálogos random que mantienen entre ellos. De esta forma muy poco cinematográfica tratamos saber sobre los deseos y motivaciones de los personajes, con los que no logramos conectar justamente por desconocerlos.
A su vez, abusa de la temporalidad demorada a la hora de describir los espacios donde ocurren las acciones, y deja de ser un elemento narrativo poético para convertirse en una especie de tedio bastante insostenible. La Funeraria también abusa de los lugares comunes del género y le erra en el registro que utiliza para narrar de forma audiovisual escenas que no sabemos si son una parodia o momentos de tensión. Insisto con los problemas de narración que desvalorizan los conflictos centrales que bien podrían haber sido de interés.
Por último, al nivel del decir actoral, no hay naturalidad. Los párrafos parecen leídos o estudiados de memoria, aspecto que le da una marcada superficialidad, que, nuevamente nos aleja de los personajes y su sufrimiento. Hay una falta de empatía considerable que opaca la voluntad de traer a la pantalla nacional una película de género con identidad.