Hay una gallina que no puede poner huevos pero tiene un gran talento musical, separada de una dueña que la adora y ha perdido la memoria, y el cuento del reencuentro a través de un circo. No hay nada más que eso y, en muchas variaciones, la tradicional canción que hicieron famosa Gaby, Fofó y Miliki. “Pero jefe, ¿vale la pena pagar la entrada?”. Y, vea... no es indecorosa, tiene buenos momentos, no se aleja de fórmulas recontra establecidas y tiene un villano que no está en los anales de los más grandes de la historia. Pero aún así, incluso si pretende ser un cuento aleccionador desde que se entra a la sala hasta que se sale de ella, uno no siente nunca vergüenza ajena: la realización tiene un estándar de calidad que nos permite mantenernos (moderadamente) interesados en la anécdota durante todo el rodaje. Se llevó premios en todas partes (los Platino, los Goya) y es probable que no estén del todo injustificados.