Huevos de oro en el cine infantil argentino
Producción que recupera algunas canciones emblemáticas de antaño para construir un relato sobre la búsqueda de sueños y que aspira a grandes audiencias con la universalidad de su desarrollo visual.
Es curioso el caso de las coproducciones, películas locales, ideas autóctonas, que comienzan a traspasar fronteras en la búsqueda de inversores que apuesten a la difícil tarea de producir animación por estos lugares. Monigote y Gondell desarrollan la propuesta estética de La Gallina Turuleca a partir del dejo nostálgico que atraviesa la historia por la reconocida canción que unos payasos hicieron famosa allá por los años sesenta, movilizando a niñes y adultes a conectarse con el mundo del circo.
Acá Turuleca, la protagonista de la propuesta, es una gallina que sufre el acoso verbal de sus compañeros en la granja donde vive. Su fisonomía, y algunas características físicas la convierten en objeto de burla de todos. Cuando Isabel, una amable anciana ex profesora de música decide adoptarla, Turuleca siente que no sólo su vida cambia por el entorno, sino que descubrirá su pasión por el canto y el mundo del arte. Pero cuando a la señora la internan en un hospital, la pequeña ave decidirá buscarla, perdiéndose por el mundo, el que le deparará un sinfín de aventuras. Paralelamente un circo intenta resistir a un siniestro villano que desea cobrar una deuda de la que le es imposible zafar, perdiendo, de no concretar el pago, no sólo su fuente de trabajo, sino principalmente la comunidad y el espacio de cooperación y buen clima en el que viven.
Así, entre aquello que no está y que se quiere recuperar, más la incorporación de todo lo que se debe imaginar para salir adelante, La Gallina Turuleca bucea en fórmulas y esquemas tradicionales de relato para potenciar el camino del héroe, en este caso de la heroína, y reforzar ideas asociadas a valores, simpleza e identidad, pero también sobre respeto y revalorización del diferente, sumando además, algunos hits populares que funcionan como separadores dentro de la estructura narrativa.
La animación se presenta con transiciones que no resuelven correctamente los movimientos de los personajes, transitando entre un horizonte de productos que buscan una proyección universal por su relato, pero que lamentablemente no puede resolver algunas falencias iconográficas y estéticas básicas. Aún así, en su simpleza narrativa, en su refuerzo de lugares comunes y estereotipos, La Gallina Turuleca amplía desde el humor su propuesta, sumada a la participación, por ejemplo, de Guillermo Francella como el villano del turno, un malo que se las trae en tiempos de crisis.