Nueva película de Cristian Mungiu (Iasi, Rumania, 1968) que se estrena, esperamos, el 30 de marzo en Argentina, y de quien ya vimos 4 meses, 3 semanas, 2 días (2007).
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Sin contar demasiado el argumento de la película que recomendamos ver, el tema inmediato es la corrupción encarnada en una cadena de favores, mostrada a través de una situación pequeña: la aprobación de un examen de preparatoria, que habilitará a Eliza a poder ingresar a Cambridge, la prestigiosa universidad británica. Una situación desafortunada ha puesto a la aplicada joven de excelentes calificaciones en situación desventajosa para rendir los exámenes de admisión, y su padre, Romeo, no dudará en entrar en una situación anómala para favorecerla de manera ilegal. La corrupción se plantea como ordenadora de ese mundo ni bien empiece la película, y aunque no hay una mirada histórica, sus orígenes de ese hoy remiten a las épocas de esa figura que aún está muy pregnante, que es Ceaucescu, ajusticiado luego de su derrocamiento en 1989.
Ese examen y la graduación conforman el acontecimiento de la película, y de él pareciera depender el futuro de todxs los personajes. Esto ayuda a prever su final aparentemente abierto.
Volviendo a la corrupción aparece naturalizada en las prácticas cotidianas de esta comunidad. Esta situación de excepciones permanentes marca la vida de Romeo y su entorno familiar y laboral. Aparece atravesado por la mentira y la doble vida. Pero lejos de conflictuarlo, no tiene un dilema moral. Entiende que hay un objetivo mayor, que es que su hija tenga otra futuro saliendo de Rumania y hacia allí apunta, casi resignadamente. Esto estructura la densidad del relato, que depende casi literalmente, y a momentos deja sensación de demasía, de la paciencia de este protagonista desencantando pero tenaz.
Algo interesante que tiene la película es esa sensación de amenaza, de pequeña violencia cotidiana, de agresión externa, que instaura tensiones, que se minimiza o se renombra, y ante la cual todo sigue su curso.
Para finalizar, algo que podemos destacar es que este año hemos visto otra película que toca -aunque no sea de manera central- el tema de la complejidad laboral en Bucarest: la más que recomendable Toni Erdman que también se exhibe en este mismo Festival y está próxima a estrenarse. Este juego es una pequeña reflexión, porque más que nunca la crisis dice presente dentro de ese gran sistema de desigualdades y dependencias que es la Unión Europea. Si en Toni Erdman la cuestión es cómo Alemania gerencia la flexibilización laboral en esta etapa superior y renovada del neoliberalismo, aquí en La graduación la cuestión podría ser cómo los países dependientes están obnubilados por sacar a sus hijos fuera de sus límites para salvarlos de la pobreza. Rumania es un país proveedor de mano de obra para los países occidentales europeos, se calcula que en los últimos 20 años ha emigrado el 10% de su población.
Vista en adelanto exclusivo de Pantalla Pinamar 2017.