Graduación: Tener hijos es tener miedos.
Un padre ve el plan de vida que él tenía preparado para su hija desmoronarse cuando ella resulta víctima de un ataque que desencadenará un ambiente llenó de revelaciones, finales, desesperación y corrupción moral.
Los padres y madres suelen rezar para que cada día sea igual que el anterior para sus hijos, que ninguno sea especial por alguna desgracia. Pero los padres no pueden controlarlo todo, en especial cuando ni siquiera pueden controlarse a ellos mismos.
En Graduación se cuenta una tragedia, un apocalipsis familiar y una oportunidad para mejorar. Una joven sufre un ataque al comienzo de la semana de exámenes que decidirá si consigue una beca que le permitiría escapar de la cruda Rumania en la que vive junto a su familia. Una familia que logró escudarla del mundo lo suficiente como para que este se la trague viva.
Nuestro protagonista es su padre, que luego de levantarse del sillón donde duerme todas las noches y hablar con su (todavía) esposa sin mirarse las caras, deja a su hija a poca distancia de su escuela. Esta mínima decisión logró ahorrarle unos minutos que aprovecha para irse a visitar a su novia, pero también terminarían de romper una vida que ya tenía bastante resquebrajada.
La dirige el premiado cineasta rumano Cristian Mungiu. Galardonado usual en Cannes: allí ganó la Palma de Oro por 4 Meses, 3 Semanas y 2 Días, así como Mejor Guión por Más Allá de las Colinas y Mejor Director por este film que hoy nos reúne. Luego de 4 películas y casi 15 años vuelve a mostrarnos un trabajo con un protagonista masculino. Como resultado tenemos ante nosotros una obra muy personal, sobre haber crecido en Rumania, lejos de las grandes ciudades, y especialmente sobre los pensamientos que su creador tiene sobre ser padre, sobre los miedos de tener hijos.
El incidente que sirve como catalizador de la trama merece el mayor de los respetos (especialmente en estos tiempos), y aún sin quitarle la gravedad ni el peso que debe tener para sentirse auténtico y real, no quedan dudas que este film no es sobre la víctima, sino sobre su padre, y como su realidad termina de quebrarse en consecuencia de sus propias acciones.
Él se siente ajeno al “terrible lugar” en el que decidió construir su familia. Pero no es eso de lo único que está ajeno: aparte de dormir por separado, apenas si mantiene diálogo con su esposa. Su hija es a quien más aprecia, pero ella tiene cosas que no le cuenta, naturalmente, y él ni siquiera aclaro con ella la situación que viven con su madre. Incluso llega al punto de no conocer al hijo de su novia, aún después de muchísimo tiempo de relación.
Es un hombre ajeno a si mismo y a su realidad. Él no está apartado de la sociedad rumana de la que tanto se queja: durante la película lo vemos hacer favores, cobrar favores e incluso chantajear. Nada de esto quiere decir que tenga maldad, pero muestra como una sociedad enferma no llega a enfermarse solo por la gente de mal.
Todas sus acciones y decisiones hace que pierda simpatía, tanto para la audiencia como para sus afectos. Pero cuando más abatido se lo ve, es al tomar conciencia de lo que está haciendo, y de quien realmente es: cuando la relación ya agrietada e insostenible que tenía con su esposa termina de destruirse, se ve obligado a mirarse al espejo y a juzgar su reflejo.
El film empieza con una ventana rota, el mundo en general parece irracionalmente atacar a esta familia. Pero durante la cinta veremos quien fue el que arrojó esa piedra, y como en realidad el daño recibido por la familia puede verse como consecuencia de sus acciones. La ventana se rompe indirectamente por cómo se comporta nuestro protagonista con su novia, revelado sutil y visualmente sin la necesidad de diálogo. E incluso el ataque que su hija sufre puede atribuírsele a él, cuando decidió junto a su esposa iniciar su familia en Rumania, o cuando decidió dejarla a una cuadra de su escuela.
El mismo Mungiu se confiesa sentirse desde siempre más guionista que director en varias entrevistas, y eso se siente a través de cada uno de sus trabajos. Los puntos más fuertes de esta obra son los que han servido como una constante en su carrera: da lugar a grandes actuaciones, permitiéndoles florecer y brillar, tiene un muy interesante guion que inspira la reflexión, y, lo más importante, escenas en las que ambas fortalezas se unen para crear algo realmente cautivante.
Es un trabajo que permite identificarse si es que uno fue víctima alguna vez de una desgracia criminal, una separación o alejamiento con una pareja muy querida, así como el simple hecho de tener hijos, o incluso de tener padres. Es una obra que dice mucho y habla hacia mucha gente, examinando sólo un pequeño incidente en particular y las ramificaciones que terminan impactando en una pequeña familia rumana: logra convertir algo lejano en algo familiar. Su gran victoria es quizás mostrarnos dos horas de desgracia y hacernos dejar la sala con optimismo.