Recordando a la burbuja
El escritor Michael Lewis es un reconocido cronista de la realidad estadounidense. En Moneyball, de 2003, que inspiró a la película homónima, se sumergió en los sueños de un beisbolista que enfrenta una realidad adversa y funda un gran equipo con jugadores devaluados. The Big Short, de 2010, su nuevo libro que inspira una adaptación, recoge las estrategias de cuatro jugadores colaterales en el mercado de finanzas que vieron venir la gran burbuja hipotecaria e hicieron sus dividendos antes del colapso en 2008. Michael Burry (Christian Bale) es el clásico nerd del sistema, un tipo que se mata escuchando heavy metal mientras elabora sofisticadas maniobras. Jared Vennett (Ryan Gosling) es igualmente ingenioso y presenta al equipo de Mark Baum (Steve Carell) su impresión de los CDO u obligaciones de deudas colaterales, un sistema que divide la contrataciones en tres riesgos: menores, medianos y altos.
La película de Adam McKay, quien dirigió algunas de las comedias más famosas de Will Ferrell, resulta didáctica para explicar cómo el juego de especulaciones que se ciñó a los vendedores de hipotecas de riesgo (o sea, aquellos que alegremente cerraban contratos con compradores que no brindaban garantía de solvencia) fue la base del colapso inmobiliario. Es incluso simpático el modo en que Gosling mira a la pantalla y se dirige al espectador (una estrategia narrativa de la que McKay hace uso y abuso en el film) para presentar a Anthony Bourdain, quien desde su cocina hace una analogía de los CDO más riesgosos con aquellos deshechos que él transforma en delicatesen. La narración de McKay es ingeniosa, con procedimientos que recuerdan a Robert Altman y al último Scorsese. Y pese a que el tema es (como en Moneyball) casi de exclusivo interés para el público norteamericano, la película nunca pierde ritmo ni permite que decaiga la atención.