Economía para tontos
Lo primero que viene a la cabeza al ver La Gran Apuesta (The Big Short, 2015), es que el mundo de la macroeconomía se traduce en uno de los más complejos y difíciles de entender para el común denominador de la gente. Más de uno se habrá encontrado atónito al ver en los portales de noticias decenas de análisis, estudios y reflexiones sobre las causas de la crisis financiera global ocurrida en 2008. Y no es para menos, teniendo en cuenta que casi ningún economista se esmera en simplificar sus comentarios.
Su director Adam Mckay – conocido principalmente por su faceta cómica en Saturday Night Live o su sociedad cinematográfica con Will Ferrell – decide tomar esta temática de lo más confusa para la mayoría, y la convierte en una comedia con tenor documentalista al alcance del más novato en materia económica. Y como si esto fuera poco, convoca a un elenco de primera línea y cameos de celebridades varias, para que sea aún más atractiva para el público en general.
Haciendo un poco de revisionismo histórico, allá por 2005, el confiable mercado inmobiliario estadounidense ya comenzaba a mostrar debilidades a través de los miles de préstamos hipotecarios que los bancos regalaban a cambio de altísimos intereses. Esa burbuja inmobiliaria a punto de estallar fue lo que motivó a un grupo de economistas a vaticinar el colapso financiero más grande desde la gran depresión de 1930.
El primero en darse cuenta de la llegada de este apocalipsis es Michael Burry (Christian Bale), un administrador de inversiones algo freak que decide tomar ventaja de esta situación apostando los fondos de su compañía en contra del mercado, y por sobre la ignorancia total de Wall Street frente a la reinante fragilidad crediticia. Estas apuestas a futuro son malinterpretadas como una locura por los superiores de Burry, pero le dan la pauta a Jared Vennet (Ryan Gosling), un cínico corredor de bolsa clásico, para sumarse al juego de las predicciones junto a otro inversionista, Mark Baum (Steve Carrell), y sacar el mayor provecho posible. Por último está Ben Rickert (Brad Pitt), un asesor retirado que decide volver al ruedo para guiar a dos novatos (John Magaro y Finn Wittrock) a introducirse en el tramposo mundo de las especulaciones económicas. Todos ellos serán los únicos héroes en este oceano de números, siglas y estadísticas bursátiles.
El argumento es denso y la fundamentación teórica se acerca casi a la rigurosidad de un ensayo académico, aunque por momentos pareciera que la historia corre a mil por hora entre tanto vocabulario técnico y dato duro. Adam Mckay toma la posta de la narrativa en primera persona – a cargo del personaje de Gosling – tan bien utilizada en películas como El Lobo de Wall Street (2013), para romper constantemente la cuarta pared con el espectador y hacerlo participe de esta especie de golpe al sistema económico norteamericano. A esto se le suma la participación de Margot Robbie y Selena Gomez, entre otras figuritas populares, para explicar magistralmente los conceptos más difíciles en clave de humor.
Sin embargo esta propuesta perdería su dinámica sino fuera por la caracterización de estos inoportunos visionarios. Christian Bale se luce como el socialmente inadaptado Michael Burry, mientras que Steve Carrell hace de Mark Baum un querible neurótico idealista que se toma el colapso de la bolsa de valores como una batalla propia. Claramente los dos figuran entre los puntos altos de un elenco compuesto por nombres rutilantes.
Del otro lado se encuentran Ryan Gosling y Brad Pitt, ambos sin salir de su zona de confort. Uno interpreta al más reconocible estereotipo del corredor de bolsa sin códigos, pero sin destacar demasiado. Como del mismo modo Pitt se atiene a recitar un par de observaciones éticas y morales a sus protegidos, en vez de tomar un rol más activo en la trama. Dos personajes algo desaprovechados en la vorágine del sálvese quien pueda que se ve reflejada en el film.
De todas formas es increíble ver como se simplifica el universo financiero hasta el punto de terminar asqueado, después de ver los inescrupulosos métodos utilizados para quebrar la economía desde adentro. Los protagonistas hablan de cientos de miles de millones de dólares como si fueran un vuelto, llegando incluso a tomar el dinero como una herramienta de legitimación y no como un fin. Tanto dinero conceptual termina haciéndose algo trivial después de ver cómo estas personas ganan o pierden billones en cuestión de minutos. Y lo peor es que todo esto está basado en hechos reales.
La gran Apuesta se muestra como una radiografía de la mayor catástrofe económica mundial de los últimos tiempos, y hasta se toma la licencia de ironizar con la complicidad de los bancos a la hora de ocultar que la economía estadounidense se había convertido en una torre de naipes. Hay que reconocer que en algunos momentos su terminología resulta incompresible, pero ya de por sí es destacable que Adam Mckay haya logrado resumir de forma tan didáctica un tema por demás críptico. Y que encima sea interesante de ver.
Sea por argumento o por estilo, definitivamente estamos frente a una de las claras candidatas a arrasar en la próxima temporada de premios.