Emmet, Lucy, Batman y compañía están de regreso con una nueva locura pergeñada a base de un montón de ladrillitos de colores.
En el año 2014 Phil Lord y Christopher Miller -que venían de hacer cositas como “Lluvia de Hamburguesas” (Cloudy with a Chance of Meatballs, 2009) y la remake cinematográfica de “Comando Especial” (21 Jump Street, 2012)- subieron otro nivel en la escala de locura humorística gracias a “La Gran Aventura Lego” (The Lego Movie, 2014), primera película animada protagonizada por los encastres daneses y sus minifiguras, que llegada a la pantalla grande con ganas de impulsar el nuevo departamento de animación de Warner Bros. e iniciar una franquicia en sí misma.
Después del éxito de esta primera entrega, más “LEGO Batman: La Película” (The Lego Batman Movie, 2017) y “Lego Ninjago: La Película” (The Lego Ninjago Movie, 2017), podemos afirmar que la dupla de realizadores logró su objetivo, creando un simpático universo cinemático que toma la premisa del juego como impulso para contar sus historias, siempre mostrando el lado más lúdico e inclusivo de este juguete protagonista.
No nos engañemos, detrás de todo esto hay una marca multimillonaria (más las explotadas franquicias del estudio), pero los realizadores lograron correrse del mero product placement (te estamos mirando a vos “Emoji: La Película”) para entregarnos algunos de los relatos infantiles más originales e irreverentes de los últimos tiempos.
Lord y Miller estaban un poquito ocupados con la película de Han Solo que no fue (bah, fue sin ellos) y la producción de “Spider-Man: Un Nuevo Universo” (Spider-Man: Into the Spider-Verse, 2018) como para hacerse cargo de la dirección de esta secuela. Igual aportaron su más que peculiar estilo desde el guión, una vez más, con una seguidilla de gags y canciones, retroalimentándose constantemente de la cultura pop. Así la silla vacía fue ocupada por Mike Mitchell, que tiene un amplio currículum en esto de las historias animadas, más recientemente con “Trolls” (2016). Un reto del que sale muy bien parado, aunque esta segunda parte se quede un toquecito detrás de la original.
La trama de “La Gran Aventura Lego 2” (The Lego Movie 2: The Second Part, 2019) arranca justo donde nos quedamos en 2014, cuando unas extrañas criaturas –los Lego Duplo (la versión más infantil de los ladrillitos)- empiezan a invadir los escenarios de Bricksburg. Traducido, la hermana menor de Finn (Jadon Sand), Bianca (Brooklynn Prince), se suma al juego, y las consecuencias son un tanto apocalípticas. El instinto natural de Emmet (voz de Chris Pratt) es darles la cordial bienvenida, pero sus acciones terminan desencadenando el caos y la destrucción, convirtiendo la ciudad en una tierra desolada, ahora conocida como Apocalypseburg.
Cinco años después, los habitantes endurecieron sus corazones y viven con miedo y en alerta constante debido a las repetidas invasiones enemigas. En este contexto tan parecido al de “Mad Max”, Emmet mantiene su espíritu empático y optimista deseando mudarse con Lucy (Elizabeth Banks) a la pintoresca casita de sus sueños, mientras es acosado por extrañas visiones de un supuesto “Armamagedon” (sí, así como lo leen, no es un tipo) que, en pocas palabras, podría acabar con todo este universo.
¿No tiene un aire a Star-Lord?
Por su parte, a Lucy le gustaría que su compañero fuera menos “blando” y más temperamental para estar acorde a las circunstancias. Ni tiempo tienen para empezar a planificar un futuro juntos, ya que desde el espacio exterior llega la general Sweet Mayhem (Stephanie Beatriz) con una misión muy clara: llevarse al líder más apto de Apocalypseburg hasta el Systar System, un planeta pesadillesco plagado de corazones, unicornios, princesas y brillitos de todos los colores gobernado por la menos que malvada Queen Watevra Wa'Nabi (Tiffany Haddish), una alienígena que puede cambiar su forma a gusto y piacere. Wait a minute, ¿qué tiene todo esto de malo?
En teoría, absolutamente nada, pero Sweet Mayhem primero secuestra y después pregunta, llevándose consigo a Lucy, Batman (Will Arnett), Benny (Charlie Day), Metalbeard (Nick Offerman) y Unikitty (Alison Brie) más allá del portal hacia una galaxia muy, muy lejana donde todo es alegría y música pegadiza que se te mete en el cerebro (literalmente hablando), algo que no encaja con los parámetros de Wyldstyle, quien hará lo que sea para liberarse y “salvar” a sus amigos.
Claro que Emmet tiene la misma idea, y transformando su casita soñada en una nave espacial se lanza a la aventura y el rescate sin saber que su profecía del Armamagedon ya se está cumpliendo. Por suerte, de camino a Systar System recibe el auxilio de otra nave y de su arriesgado piloto, Rex Dangervest (también Chris Pratt), que junto a tripulación de dinosaurios entrenados (no pregunten) lo van a ayudar a desbaratar los malvados planes de Queen Watevra Wa'Nabi, cualquiera que estos sean. Rex es el opuesto perfecto de Emmet, un muchachote rudo que jamás se deja llevar por los sentimientos, del cual nuestro héroe va a tomar algunas notas para poder impresionar a su chica.
Una pesadilla de música y colores brillantes
Por ahí pasan los verdaderos temas de esta secuela que, más allá de las locuras espaciales y los personajes estrambóticos, da en el clavo acerca de las personalidades, los estereotipos, la autoestima, la relación entre hermanos, la empatía y hasta se da el lujo de despacharse con una de las mejores explicaciones sobre la masculinidad tóxica. Así es como, entre miles de chistecitos, humor meta y referencias pop, las películas de Lego enaltecen las cualidades del juego y de los pequeños (y no tanto) seres humanos a los que están dedicadas.
Los mensajes son ultra directos y muchas veces acompañados de las canciones más hilarantes. La animación de Animal Logic se sigue superando entrega tras entrega, y se agradece que acá sumen “los efectos especiales de sonido” que inauguró Ralph Fiennes en “LEGO Batman: La Película”, donde los ruiditos de disparo y otros tantos salen directamente de la boca de sus protagonistas. ¡Aguante el pew pew!
Si “La Gran Aventura Lego” ponía el acento en la creatividad, la imaginación y lo lúdico como detonante, esta segunda entrega amplia el panorama sumando nuevas cuestiones de género y edad, que no siempre siguen las reglas de lo establecido socioculturalmente. En contra, podemos decir que a la trama le cuesta arrancar, y después de una primera hora solo cargada de gags y súper acción, empieza la verdadera aventura para las minifiguras en la pantalla y los espectadores que, como mínimo, se llevan un par de reflexiones y alguna que otra cancioncita bien metida en la cabeza.