DENTRO DE TU CABEZA
Unbelievable – Super Cool – Outrageous and Amazing
Phenomenal – Fantastic – So Incredible – Woo Hoo
(de la canción Super cool, que se escucha durante los créditos de la película)
A esta altura, lo del universo cinematográfico Lego es un pequeño milagro: una suma de películas con ligeras conexiones entre sí, pero a la vez totalmente autónomas, a partir de una vocación constante por jugar con límites estéticos y narrativos. Después del éxito de la primera parte, la secuela que es La gran aventura Lego 2 representaba un desafío distinto al de Lego Batman y Lego Ninjago, por no ser un spinoff sino una continuación de una historia ya establecida, en el que era necesario encontrar nuevos conflictos para los personajes. El reto se supera con creces, en una película que casi literalmente la rompe.
Es que todo pasa por la ruptura en La gran aventura Lego 2: con expectativas, con moldes, con prejuicios, con perspectivas, porque al fin y al cabo, de eso se trata la aventura. Si la amenaza en la primera parte era esa visión inmaculada sobre el mundo, donde no había lugar para la creatividad o la improvisación, en esta segunda entrega viene inicialmente por el lado de una otredad que solo pareciera querer destruir, arrasar o devorar. Los invasores Lego Duplo son eso que los protagonistas no pueden (o quizás no quieren) entender: seres con motivaciones que se escurren, que dicen ser una cosa pero se intuye que son otra, identidades eminentemente conflictivas porque no se las puede definir.
Pero claro, si la aventura implica descubrir y repensar convenciones, la verdadera amenaza, lo maligno en la película es la negación del conocimiento y la chance de aceptar lo distinto. En la primera entrega, el camino a recorrer implicaba esencialmente un autodescubrimiento y romper con un orden ajeno para crear uno propio; pero acá se trata de buscar una convivencia con otros órdenes, con otras construcciones. Al fin y al cabo, de eso también se trata jugar, crear o imaginar: actos que en última instancia necesitan un diálogo, una interpelación, otro tipo de conexiones para retroalimentarse y enriquecerse. Ahí es donde la interacción con el mundo real cobra nueva fuerza, a partir de cómo se repiensa la hermandad como un vínculo lleno de malentendidos e interferencias, pero con la potencialidad de una complementariedad ennoblecedora.
Por momentos, La gran aventura Lego 2 se pasa de rosca al explicitar su autoconciencia de los mecanismos narrativos, acumular referencias o al querer hacer hincapié en el recorrido de aprendizaje que deben hacer los personajes. Al mismo tiempo, esa apuesta constante por reinventarse en cada fotograma es su principal impulso para explorar toda clase de vías genéricas y estéticas: hay subtramas románticas; viajes espaciales y temporales; vueltas de tuerca de todo tipo (algunas más consistentes que otras); y claro, una sucesión de canciones fenomenales, donde los ritmos adictivos son la norma. Y si tanto despliegue de colores y sonidos pueden llevar al desconcierto, lo cierto es que a lo sumo es un malentendido frente a una secuela que multiplica la disrupción del original, creando una nueva anarquía dentro del caos original, pero no para devorarse a sí misma, sino para estimular desde formas inesperadas.
Una forma hilvanada desde la deformidad, eso es La gran aventura Lego 2, una película en constante mutación. Y además, sumamente adictiva –en el mejor sentido posible-, como toda la filmografía de Phil Lord y Christopher Miller, que acá ofician de guionistas e impregnan con sus huellas delirantes todo el relato, que nos dice que no todo es necesariamente es grandioso, pero bien vale la pena intentar que lo sea. Como bien dice uno de sus temas, Catchy song, se queda dentro la cabeza del espectador con sus invenciones audiovisuales constantes y su historia increíble, súper cool, escandalosa y sorprendente, fenomenal, fantástica y tan increíble, ¡Woo-hoo!