EL SEÑOR DE LOS LADRILLOS
No debe ser fácil tener la tarea de hacer una película sobre unos ladrillitos para armar cosas: hay que evitar que se trate de una publicidad de hora y media de duración y al mismo tiempo idear una historia entretenida que debe inventarse prácticamente de la nada. Los directores de LA GRAN AVENTURA LEGO (THE LEGO MOVIE, 2014), Phil Lord y Christopher Miller, cumplieron a medias. Lo mejor que hicieron fue encarar la animación por computadora como si se tratara de una de esas películas en stop-motion que pueden encontrarse en You Tube, y a las cuales homenajean en más de una ocasión. Como debe ser, en LA GRAN AVENTURA LEGO todo está hecho de, bueno, Lego: los edificios, el piso, las nubes y hasta el fuego y el agua (¡genial detalle!). Visualmente, puede decirse que el film resulta innovador y ese es un gran punto a favor en un mercado saturado de producciones animadas que se ven demasiado parecidas. Lamentablemente, el guión no está a la altura: si bien tiene algunos momentos delirantes y muy graciosos, la historia de Emmet, el muñequito simplón que se convierte en el Elegido y apoya a un grupo de guerreros clandestinos en su lucha contra un gobernante tirano, ya la escuchamos varias veces. Y el giro argumental final, que le da sentido a la aventura, es sentimentaloide y obvio.
En LA GRAN AVENTURA LEGO hay varios chistes tontolones, algunos funcionan y otros no. Claro, hay quienes pueden decir que eso es suficiente para su público infantil. Pero si la comparamos con otra película de humor similar como por ejemplo LLUVIA DE HAMBURGUESAS (CLOUDY WITH A CHANCE OF MEATBALLS, 2009), que incluso es de los mismos directores, vemos como LA GRAN AVENTURA LEGO sale perdiendo. Sin embargo, en varias ocasiones el film nos hace reír con complicidad a todos los que en nuestra infancia disfrutamos con armar y desarmar naves, robots, edificios y toda clase de construcciones locas que nos permitieron expresar nuestra creatividad, esa misma creatividad que los realizadores, sabiamente, intentaron convertir en el motor de su historia. Es una pena que en un film que nos invita a no conformarnos con las reglas, el guión, en general, parezca armado siguiendo instrucciones.