Una película animada ya no es una novedad. Y que tenga atractivo para todos los públicos, tampoco. Sí es una novedad, siempre, la capacidad de invención, el uso del medio para obrar maravillas ante los ojos de los espectadores. Es cierto que ya estamos quizás demasiado acostumbrados a la maravilla.
Lo que cuenta entonces es la precisión, cómica o dramática, con la que eso nos llegue. Este film une a dos grandes artistas de la animación: el creador de “Aardman”, Peter Lord, y el de “Lluvia de hamburguesas”, Chris Miller, y narra una aventura épica en el mundo de esos bloquecitos para armar. Y si bien uno puede decir que es un gran “chivo”, lo que más importa es que la aventura de un héroe improbable en un mundo lleno de color y cuadrados peligros y limitaciones es de una gran belleza y efectividad cómica.
Todo el universo inventado por el juego se transforma en un juego que se comparte con el espectador -y por una vez el 3D se justifica plenamente-, desarmándolo a partir de la gracia y una comicidad que nunca baja el tono. Cada plano está lleno de detalles que queremos seguir observando, mientras la historia nos lleva a otro tipo de juego, más consciente y más noble al mismo tiempo. De lo mejor que se estrena en el presente año, y de esas películas de las que no se espera nada, pero entregan absolutamente todo.