Los Lego debutan en cine con poca gracia
Antes de la película, una breve información institucional. El nombre Lego surge de la reducción y unión de dos palabras danesas: "leg" y "godt", jugar bien. Ole Kirk Christiansen fundó la empresa en 1932, su hijo comenzó el formato de ladrillos en 1958, los años de mayor expansión fueron los 80, y así es como hoy el nieto dirige la mayor empresa mundial de juguetes de construcción, la tercera de juguetes de toda clase, tiene cerca de 10.000 empleados y peso en más de 130 países. Lo que no tiene es quien le escriba un buen guión para su película.
Pautada para estrenarse casi simultáneamente en 75 naciones (acá y Bolivia un día antes que en EE.UU.), "La gran aventura Lego" surge como punta de lanza de un lindo movimiento comercial, que incluye la revalorización de muchos muñequitos e incorporación de otros, concursos mensuales de construcción, juegos on line relacionados con personajes y conflictos de la película, etcétera. En ésta, el héroe es un muñeco "genérico", un alegre trabajador que sigue de buen humor el manual de instrucción hasta para salir de la cama, un tipo tan común que ni los compañeros lo registran del todo. La mera casualidad hace que alguien lo crea un Elegido y lo conduzca hacia los Maestros Constructores para salvar el mundo, amenazado por el Señor Negocios, que quiere solidificar todo con pegamento para evitar que le desordenen "su" mundo.
Ese pensamiento parece poco lógico en un ambiente de construcciones móviles, hasta que advertimos que, aparte de los abundantes mundos Lego también figura el mundo real, y que el referido malo de la película es, en la mirada de un niño, la transposición del padre coleccionista que no quiere que le toquen "sus" juguetes.
Por ahí va la mano, pensada para reunir a quienes fueron niños en los 80, con los niños de ahora, que arman construcciones virtuales pero quizá también se fascinen con las auténticas (y las compren). Lo malo, ya dijimos, es el libreto. Sobreabundan las explosiones, persecusiones y peleas de muñequitos, que arman cosas con indiscutible rapidez y seguridad, hay unos impresionantes planos generales de edificios, autos, etc., y hasta hay como 20 minutos de más (la película entera dura 100), pero no hay mayor aprovechamiento de caracteres ni situaciones, ni tampoco hay suficiente gracia, nostalgia, suspenso ni emoción, ni tampoco un minuto de descanso para que los niños asimilen lo que pasa frente a sus ojos. En fin, esperemos que los animadores se hayan divertido durante la realización. Pero ellos también jugaron casi todo el tiempo con recursos digitales, más que con bloques y muñecos verdaderos.
Para ver una auténtica animación de bloques, hay que retroceder 42 años, cuando el holandés Co Hoedeman hizo el corto "Tchu-chu", un trabajo impresionante, tierno y encantador, sólo moviendo piezas de madera. Está en YouTube, donde también pueden verse los cortos Lego, más entretenidos que el largo. Responsables de éste, Phil Lord, Christopher Miller, Dan Hageman (que vienen de las "Lluvia de hamburguesas"), Kevin Hageman (libretista de las dos "Hotel Transilvania") y, en algunas partes, el animador Chris McKay (autor de los "Robot Chicken").
Se aguarda ahora la reacción del mundo de Pin y Pon, que viene marchando en una flota de Piluquis.