La nueva comedia francesa.
Coco es un personaje grotesco que nunca debió salir del sketch televisivo. Digamos rapidito que se trata de un judío mitómano pero de gran corazón al que el éxito social se le subió a la cabeza, y que la película (por llamarla de algún modo) gira en torno a la preparación del bar-mitzva de su hijo, que pretende ser el acontecimiento del siglo. El director (y protagonista excluyente) confunde caricatura con sobreactuación y trazo grueso. El guión carece de sustancia y los personajes secundarios son inconsistentes. Todo se reduce a un encadenamiento frenético de líneas de diálogo que procuran ser graciosas y no producen más que una creciente pesadez. La gran fiesta de Coco es sólo un gran negocio local, una película hecha a las apuradas, por y para una estrella de la tele (Gad Elmaleh, un tipo que resultó ser más pesado que Begnini y Sasha Barón-Cohen juntos), que le garantice al productor (el mismísimo Gad Elmaleh) que al menos sus fans pagarán la entrada. El éxito de la película en Francia confirma que el poder mediático embrutece a las masas sin importar latitudes.
Un estreno desconcertante. Es un gran misterio. La prensa extranjera coincide al señalar que la película no es buena. Nadie conoce a Gad Elmaleh en Argentina. Y menos a Coco. Es un fracaso seguro, pero la película se estrena de todos modos (y la distribuye una empresa independiente). Se sigue postergando la de Resnais. Estamos todos locos.