Matt Damon al paredón
Sobre la pantalla negra leemos lo siguiente: “La Gran Muralla China tardó más de 1700 años en construirse y por sobre su rica historia abundan las leyendas… esta es una de ellas”. Ubicar al universo ficcional de La Gran Muralla (The Great Wall, 2017) -el más reciente móvil de acción y aventuras de Matt Damon- en la categoría de leyenda, y consecuentemente corriéndola de la tediosa rigurosidad histórica, es un ejercicio que pinta de pies a cabeza aquello que el film nos ofrecerá durante 103 minutos: una historia que escenográficamente se apoya en una de las nuevas siete maravillas del mundo para ofrecernos un relato fantástico de aventura con probablemente demasiadas reminiscencias a éxitos recientes del género en la pantalla grande.
El bueno de Matt interpreta a William, un mercenario europeo vagando por China en busca de pólvora, el oro negro de la era medieval. William y su amigo Tovar (Pedro Pascal) terminan en la Gran Muralla China y caen prisioneros de una secta militar secreta encargada de proteger la muralla de algo más que ejércitos invasores, sino de unas extrañas criaturas que regresan cada 60 años para traspasar el muro. En este punto muchos dirán “¿la Muralla China servía para mantener monstruos a raya?”… y acá entra en juego el elemento legendario/fantástico de la historia.
Poniendo en funcionamiento el tropo de “hombre blanco salvador”, William, con su caucasidad de bien, ayudará a los hombres de la dinastía Song a dar pelea contra los monstruos y evitar una invasión devastadora que podría ser el puntapié inicial del fin de nuestra raza. Abundan las similitudes con Al Filo del Mañana (Edge of Tomorrow, 2014), El Último Samurai (The Last Samurai, 2003), Titanes del Pacífico (Pacific Rim, 2013) y la serie animé Attack on Titan (2013). El sexteto de guionistas parece haber tomado nota de algunos de los éxitos del género de fantasía y aventura de los últimos años, usando la Gran Muralla China como telón de fondo.
Tratándose de la producción china más cara de la historia, con un presupuesto de 135 millones de dólares, el diseño de arte y vestuario se lucen, especialmente con algunas armaduras guerreras coloridas que parecen homenajear solapadamente a Los Caballeros del Zodíaco. Eso sí, los abultados costos parecen no haber alcanzado para conseguir una peluca decente para el pobre Matt Damon durante la primera mitad. Lo que nos remite a Nicolas Cage y su compendio interminable de tupés polémicos… porque La Gran Muralla es una película mucho más cercana al universo bizarro del Cage millenial que al Matt Damon héroe de acción post Jason Bourne.
Hablando en profundidad de Damon, su performance no destaca por nada particular. Entrega sus líneas de diálogo sin mayor esfuerzo, como quien quiere terminar rápido un trabajo para irse a casa. Ni siquiera la subtrama romántica entre su personaje y Lin Mae -interpretada por Tian Jing- parece motivarlo para a hacer un esfuerzo de carácter histriónico. Párrafo aparte para el curioso personaje interpretado por un -¿desaprovechado?- Willem Dafoe.
Entre tanta pantalla verde y CGI desmedido, el director Yimou Zhang, un hombre que supo demostrar su habilidad para la acción en clave oriental en films como Héroe (Hero, 2002) y La Casa de las Dagas Voladoras (House of the Flying Daggers, 2004), queda sin mucho margen para desarrollar secuencias de acción interesantes o que puedan destacarse desde lo visual.
Con poca originalidad y mucho aroma a recopilación de previos éxitos de taquilla, La Gran Muralla resulta en un film genérico que -dejando de lado su elaborada producción- no ofrece mucho más por lo cual destacarse entre tantas aventuras con amenazas fantásticas digitalizadas. Marche a la muralla… ¡o al paredón!