Zhang Yimou, autor de maravillosas películas como: “Hero” (2002), “La casa de las dagas voladoras” (2004), “La maldición de la flor dorada” (2006), “Las flores de la guerra” (2011), “Ni uno menos” (1999), “Qiu Ju, una mujer china” (1992), la inolvidable “Sorgo rojo” (1987) o “Camino a casa” (1999), regresó con una coproducción financiada por China y Estados Unidos que está muy distante de sus mejores producciones. Sin embargo su sello en la misma es inevitable y por momentos lo que parecería que va a desbarrancarse en un comics disparatado se transforma en un juego escénico increíble.
“La gran muralla” (“The great wall”, 2016), su último filme, rodada íntegramente en Qingdao (China) y algunas locaciones de Nueva Zelanda, cuenta con sólo tres actores occidentales (Matt Demon, Pedro Pascal (actor chileno cuya filmografía está anclada en exitosas series), y Willem Dafoe, mientras que todo el equipo técnico, actores y actrices acompañando a los destacados Andy Lau, Wang Junkai, Tian Jing, Vicky Yu, y Bing Liu, son chinos.
“La gran muralla” le dice al espectador que desde el siglo V ac. hasta el siglo XVIIdc, dc los casi 21.196 km. fueron defendidos por diferentes dinastías que dominaron el país, de las hordas provenientes de Manchuria y las tribus nómada Xiongnu de Mongolia. La muralla fue declarada patrimonio de la humanidad por la Unesco (1987), y en el 2007 como una de Las Siete Maravillas del Mundo Moderno. Como toda construcción cuyos orígenes se pierden en la noche de los tiempos, ésta también cuenta con innumerables leyendas que hacen aún más interesante la aventura de atravesarla.
La realización de Zhang Yimou se basa en una leyenda que entrelaza a la Muralla con los Taotie, alienígenas que asolaron China y reaparecen cada 60 años, más fortalecidos y belicosos. Estos seres son algo sobrenatural e inhumano, y poseen una reina que controla a la manada al estilo de las abejas o las hormigas. Como toda reina es protegida por los guerreros esclavos y la esconden bajo sus escudos.
El guión de Carlo Bernard, Doug Miro y Tony Gilroy, basado en una historia escrita por Max Brooks, Edward Zwick y Marshall Herskovitz, es endeble. Zhang Yimou lo utilizó como un esquema a seguir sin importarle mucho su contenido, sino que más bien se dedicó a realizar un gran despliegue visual y de efectos especiales increíbles, para contar la historia desde otro ángulo, mucho más efectivo y maravilloso.
Desde el comienzo se tiene en claro que el filme será una gran aventura fantástica, ya que es insólito ver a Pedro Pascal torear un bicharraco verde, o comprobar que Matt Demon puede volar a la manera china desde una torre por el sólo acto de demostrar a la bella chinita su intrepidez.
Tanto Matt Damon como Pedro Pascal y Willem Dafoe habían ido a China en busca del maravilloso polvo negro que los enriquecería, y que los chinos por nada del mundo querían que occidente lo obtuviera. En el guión se marca una historia de ambición, competencia, y sobre todo de valor para defender principios que están relacionados con el amor.
“La gran muralla” posee todos los aditamentos necesarios para ser un buen entretenimiento: acción, intriga, fantasía, y sobre todo un manejo del sonido espectacular, especialmente en el uso de los tambores al estilo “Mayumana” o “Stone”, que golpean sin cesar los diferentes grupos de instrumentistas, que para distinguirse se visten con diferentes colores, y que a su vez éstos poseen un significado místico especial.
En suma, se t6rata de una producción que entretiene sin mayor pretensión que la de divertir. Colorida, con abundantes planos aéreos, un manejo de cámara inquieto y vertiginoso, muestra además algo que el espectador nunca sabrá si es verdad y si mantiene rigor histórico o es fantasía, y es el engranaje interno de la Gran Muralla, ya que en ella se destacan ascensores, escaleras y mecanismos de defensa muy extravagantes.
Ilusión o no, guión hollywoodense o estética china, Zhang Yimou una vez más demuestra que su talento no tiene límites.