El Cantar de mio Damon
La gran muralla (The Great Wall, 2016) está dirigida por Zhang Yimou y representa la película más cara jamás producida en China, pero que quede claro que se trata del mismo producto que cae de Hollywood en cualquier otro verano. Seis personas trabajaron en el guión, todos occidentales, y reparando en el trasfondo de cada uno podemos destripar esta épica fantástica por lo que es: una colección de pedazos de blockbusters mediocres.
Los primeros dos son Edward Zwick y Marshall Herskovitz, el director y el escritor de El último samurái (The Last Samurai, 2004). La narrativa del hombre blanco que se convierte en el líder y héroe de una civilización en peligro de extinción no les es extraña, aunque el racismo se ve bastante edulcorado en su nueva película. Comparte la gloria con sus pares en vez de apropiársela del todo, aunque no se explica la veneración inmediata que el ejército chino siente por William, quien es tratado de héroe por matar a un monstruo y asciende a salvador cuando lo ven matar otros dos - a pesar de que el ejército ha masacrado miles de estos monstruos en la misma escena.
William es interpretado por Matt Damon, lo cual nos lleva al tercer guionista: Tony Gilroy. Ha escrito ocasionalmente películas excelentes - colaboró en El abogado del diablo (The Devil’s Advocate, 1997) y escribió la nominada al Óscar Michael Clayton (2007) - pero se gana el pan escribiendo las películas de Jason Bourne. Probablemente cuando China compró la participación de Matt Damon, dijo: “No sin mi guionista de cabecera”.
El cuarto escritor es Max Brooks, autor de la novela que inspiró libremente Guerra Mundial Z (World War Z, 2013). La mejor parte de esa película mostraba monstruos apilándose uno encima del otro para sobrepasar una muralla; imaginen esa escena extendida a duración largometraje. Los monstruos son igual de genéricos que los zombis: criaturas reptilianas sacadas de cualquier película de ciencia ficción. Max es hijo de Mel pero no hay chiste que acierte en la película. La mayoría son cortesía del secuaz de William, el español Tovar (Pedro Pascal), un afable cobarde a cargo de perlas cómicas como “¡No me alisté para esto!” y “Tengo hambre”.
Los últimos dos guionistas son Carlo Bernard y Doug Miro, que escribieron El aprendiz de brujo (The Sorcerer’s Apprentice, 2010) para Nicolas Cage y ahora están escribiendo la tercera de National Treasure. Este film fácilmente podría ser una película de los años dorados de Nicolas Cage. Probablemente hubiera hecho la misma película por menos dinero, y efectivamente ya la hizo: Outcast (2014), en la que también es un guerrero medieval en tierra china. Digan lo que digan de la carrera de Cage, deja la camiseta en todo lo que hace, y hubiera sido más entretenido de ver que Matt Damon, que no se ve ni remotamente interesado en nada de lo que está ocurriendo alrededor, ni siquiera en el supuesto romance que tiene con Lin (Jing Tian).
Si La gran muralla funciona en algún punto es gracias a Zhang Yimou, que organiza a sus ejércitos con el mismo perfeccionismo esteta que aplicó en las ceremonias de apertura y cierre de los Juegos Olímpicos en Beijing en 2008. Yimou ha dirigido además ópera y ballet y cualquier cantidad de películas wuxia, es un talentoso para coreografiar espectáculos atractivos y de vez en cuando nos regala una composición original. Pero todo lo demás en La gran muralla le juega en contra: una historia sin contexto, poblada por personajes chatos que sólo existen como herramientas de una trama pedestre y estelarizada por el Matt Damon más insulso. Bajo cualquier otra circunstancia pasaría inadvertida como otra mega producción de Hollywood mediocre.