Cuenta la leyenda, que una de las razones para haber construido la mítica Muralla China tuvo que ver con una invasión de criaturas fantásticas que acecharon a esa parte de Asia por muchos años. En medio de esa historia, aparecen los mercenarios occidentales, en busca de un tesoro que en aquel momento cotizaba como oro: la pólvora, considerada el arma más poderosa jamás utilizada. La mayoría no sobrevivía a la travesía, pero en esta película, William (Matt Damon) y Tovar (Pedro Pascal) se las apañan para caer a los pies de la dinastía que reinaba allí, liderada por la Orden sin Nombre. El secreto que ocultaban estos soldados enseguida sale a la luz, cuando ven en las habilidades de lucha de los forasteros, una oportunidad para de una vez por todas derrotar a estos monstruos conocidos como Tao Tei.
Dirigido por Yimou Zhang, La gran muralla (The Great Wall) resulta ser el film más costoso que se haya filmado en China, y eso se ve reflejado en un despliegue visual y de vestuario, acompañado de artes marciales coreografiadas y una posproducción digital que suele reservarse para películas de ciencia ficción. Si bien cumple con su cometido de entretener, la historia es un cliché tras otro, donde probablemente Matt Damon no era la mejor opción para un personaje de estas características. Al menos a mí, me costó comulgar con su performance.
Afortunadamente, conservaron la veracidad del relato manteniendo el idioma original; cuántas veces hemos visto films históricos de la maquinaria Hollywood hablados en inglés que le faltan el respeto a otras culturas. Si se quiere, lo que más molesta es la innecesaria -pero aparentemente siempre efectiva- tensión sexual entre el héroe gringo y la Comandante Lin (Tian Jing), un detalle que podría calificar como la metáfora de trascender cualquier barrera (o muralla) entre Oriente y Occidente y, en última instancia, hacer las paces.
De todos los misterios que rodean a una de las Siete Maravillas del Mundo Moderno, que fue construida a la largo de 1700 años y que recorre casi 22 mil kilómetros de territorio, probablemente el cuento chino de que unos animales prehistóricos y superpoderosos vinieron a parar a nuestra Tierra a bordo de un meteorito sea el menos creíble de todos… Sin embargo, a la hora de crear un guión de ficción lleno de escenas pensadas para disfrutar detrás de un balde de palomitas de maíz y unas gaseosas bien frías, pues la cosa responde efectivamente. Una pena que mientras que la famosísima fortificación seguirá perdurando por los siglos de los siglos, esta película será olvidada por todos tan pronto como una muchedumbre abandona una sala de cine.