Sinfonía de las estéticas afligidas.
La belleza es una forma de decadencia ya que nada es eterno y todo tiende hacia el estancamiento o el declive en un ocaso perenne. El arte como representación suprema de la belleza es una contradicción en tanto que toda la materia es constante transformación y el paso del tiempo, de las modas y de las teorías estéticas erosionan los conceptos y las categorías con los cuales apreciamos la perfección y definimos lo bello.
La Gran Belleza (La Grande Bellezza, 2013) es un film escrito y dirigido por Paolo Sorrentino sobre el arte como belleza, sus formas de producción, la vida, el ocaso y las miserias y alegrías de los artistas desde el punto de vista estético del decadentismo.
Mientras las canciones afligidas imponen el tono nostálgico de la narración, Jep Gambardella (Toni Servillo) intenta vivir una fiesta inolvidable noche tras noche bajo el cielo de la capital italiana. Las celebraciones son una forma de evasión del crepúsculo y el fracaso de su vida, de su ciudad y de todos los que lo rodean. Tras ganar un premio literario por su primera y única novela, El Aparato Humano, durante su juventud, Jep ha cultivado el ingenio como mecanismo de defensa para relacionarse con el mundo artístico de Roma. Su estancamiento como periodista de una prestigiosa revista literaria, su ajetreada vida social, su desencanto para con el ser humano y la vida misma y su falta de propósito lo empujan hacia una parálisis artística que le ha impedido prosperar como escritor. Su vida en Roma se ha convertido en una metáfora de la realidad de la ciudad, rodeada de una belleza en decadencia representada por las ruinas del imperio romano y los restos olvidados del valioso arte del Renacimiento. Jep y su entorno no son parte de una usina artística sino más bien la fachada del talento, al igual que la ciudad y sus valiosas creaciones. Los artistas que el film retrata se presentan como parte de un escenario para los turistas que se pierde en la oscuridad de la historia.