Confortablemente adormecido
Con altos y bajos pero armoniosa al fin, y con excelentes recursos cinematográficos que la enriquecen minuto a minuto, La Grande Bellezza, del director italiano Paolo Sorrentino, es una obra maestra que sin duda merece ser recordada como tal dentro del cine europeo.
Un hombre. Jep Gambardella (Toni Servillo), un novelista que desde hace tiempo no escribe aunque -en apariencia- atraviesa una etapa de satisfacciones variadas y excesos en su vida. Este es el mismo hombre que a lo largo de la película descubre que no está siendo del todo feliz y que está rodeado de la mismísima nada.
Con una impecable y cautivadora fotografía de la mano de Luca Bigazzi, La Grande Bellezza comienza vertiginosa, un poco confusa y bulliciosa para luego dar lugar a la hermosa y triste historia de base. Sorrentino ya nos venía acostumbrando a tremendas tramas existencialistas y un claro ejemplo de ello es la maravillosa Este es mi Lugar.
La superficialidad en la vida y en la profesión, el miedo a la muerte a la edad de 65 años, la consecuente lucha contra la vejez y el drama del desamor son los elementos que marcan la vida de este -ahora- periodista. La mayor parte de estos momentos son acompañados con música, por lo que la banda sonora es extensa y variada.
En ocasiones el film nos recuerda a las cintas del neoyorquino Woody Allen por sus tomas panorámicas y generales, bien turísticas, de la ciudad de Roma y sus principales atracciones, con tintes de videoclip al inicio.
En resumen, el film de Sorrentino propone un gran drama sobre la existencia humana y sus contratiempos con toques de humor y actuaciones notables, al principio con historias que parecen inconexas para luego deleitarnos con un final no sólo correcto sino estupendo. Una “gran belleza” del cine italiano.