El tema de la dictadura militar en Argentina no deja de ser recurrente en la cinematografía nacional, digamos gracias a obras como “La historia oficial”(1985) de Luis Puenzo, recientemente reestrenada, que ganara el premio de la Academia de Hollywood en la categoría de filme en lengua extranjera, o la maravillosa “Garaje Olimpo” (1999) de Marco Bechis, pasando por los documentales ”Cazadores de utopias”(1996) y “Botin de guerra” (2000) ambas de David Blaustein, que con sus errores y aciertos tenían una idea directriz sobre que versar en aquello que quiero mostrar, contar, dar a conocer.
Había un trabajo de investigación y se notaba, o el director quería que se note. Luego “Los rubios”, un docudrama, (2003), la directora Albertina Carri aparece contando su propia historia, o la de sus padres, que luego de vivir en la clandestinidad fueron secuestrados y permanecen desaparecidos o los recuerdos, y lo hace ficcionalizando sus memorias. En este caso la directora se vale de fragmentos, fantasías, relatos, fotos y hasta muñecos Playmobil, en un relato que enfoca al pasado y se proyecta en el presente. Un equipo de filmación que por momentos aparece en cámara y una actriz completa la construcción del universo fracturado en que la protagonista descubre una y otra vez lo imposible de la memoria.
Ahora Victoria Croatto en ”La Guardería” construye su realización a partir de reportajes a los involucrados directos, no hay investigación, no parece haberla, su directora es una de esas personas, utilizando grabaciones en casettes, cartas, e imágenes familiares de archivo sólo intenta reconstruir su memoria, y si bien el montaje es correcto, cada espacio de tiempo puesto en función del tema que los protagonistas relatan, esto es que los entrevistados cuentan sus experiencias y recuerdos de esa infancia, otro punto es que no sabemos quiénes son hasta que comienzan los créditos.
La historia de un grupo de niños argentinos que son dejados en una guardería en La Habana, Cuba, al cuidado de algunos compañeros para que sus progenitores pudieran llevar a cabo la lucha armada. Aquellos niños hoy son adultos. Pero el filme sólo construye ese recuerdo de la guardería como un gran espacio familiar, eran familia, todos entre si. Pero nada dice de cómo fueron esos años allí compartiendo con los niños cubanos, un tema del que no se sabe mucho, aquí se lo nombra pero no se lo utiliza.
Una amiga me dijo alguna vez porque razón la historia personal de cada uno le pueda ser interesante a los demás, digamos que no es así, y algo de eso hay. El único requisito entonces sería que las formas también sean apropiadas para el espectador. El tema no está agotado, son importantes las producciones que lo abarquen, ya hice mención sobre el particular en la nota critica de “Recuerdos secretos” de Atom Egoyan respecto del ejercicio de la memoria para no olvidar. Pero insisto, habría que pensar bien el vehículo que se utiliza para ese fin.