Cómo ser funcional a Clarín y no morir en el intento
Es inevitable no escribir de La guerra del fracking (2013) sin contextualizarla desde lo político. A pesar de que uno quisiera evitarlo resulta imposible ya que la película es puramente política y su repentino estreno tiene una vinculación directa con las próximas elecciones legislativas donde su director es candidato a senador.
Primero definamos que es el fracking y para que se utiliza. En pocas palabras y según la explicación académica es una técnica para posibilitar o aumentar la extracción de gas y petróleo del subsuelo. El procedimiento consiste en la inyección a presión de algún material en el terreno (típicamente agua), con el objetivo de ampliar las fracturas existentes en el sustrato rocoso que encierra el gas o el petróleo y que son típicamente menores a 1 mm, y favoreciendo así su salida hacia el exterior. Habitualmente el material inyectado es agua con arena y productos químicos, aunque ocasionalmente se pueden emplear espumas o gases o uranio. La guerra del fracking es una película que "intenta" denunciar como el uso de esta técnica a través de un acuerdo entre YPF y Chevron en Vaca Muerta (Provincia de Neuquén) produce estragos en el medio ambiente.
Fernando "Pino" Solanas, candidato a Senador Nacional por la alianza UNEN, estrena la película en medio de una fuerte campaña política opositora y donde el eje central está puesto en acusar directamente al gobierno nacional. No sabemos si el fracking es bueno o malo ni tampoco es nuestra tarea averiguarlo pero al menos lo que uno espera de este tipo de películas es que la investigación sea seria y no solo fundamentada en hipótesis no resueltas. Una sucesión de testimonios y denuncias basadas en supuestas problemáticas ambientales y geológicas en la vos de expertos que en ningún momento presentan prueba alguna componen este collage cinematográfico más cercano a las investigaciones televisivas de Jorge Lanata en Periodismo para todos que a un documental serio.
Durante la investigación aparecen testimonios representativos de comunidades mapuches compuestas por no más de cinco personas, manifestaciones supuestamente multitudinarias en las que se evita abrir el plano para no mostrar que no hay nadie, y lo más insólito es una absurda comparación de una zona custodiada por dos guardias con un campo de concentración. Una sucesión de situaciones absurdas comparables con la señal de cable TN, cuyo micrófono aparecerá en un primer plano durante algún que otro pasaje del film con un Solanas exponiendo sus contradicciones políticas de manera sistemática.
La forma de encarar el documental por parte de Fernando "Pino" Solanas, en donde su ego cumple un rol esencial y hasta protagónico (su vos lleva el relato, aparecerá en todas las escenas de archivo opinando y contradiciéndose, y además oficiará de entrevistador e interlocutor) puede gustar o no, pero lo que de ninguna manera se puede sostener es que se denuncie sin ninguna prueba, se manipule la información y se juegue con el espectador para sacar un rédito político. En épocas en las que todos sabemos cómo manejan la información los medios hegemónicos parece mentira que aquel hombre que alguna vez dirigió películas como Los hijos de Fierro (1975) y La hora de los hornos (1968) haya cambiado los sindicatos por el Malba, el cine político por un lugar en Canal 13 y el respeto por el público por su rédito personal.