Tras su paso por el Festival de Cannes el año pasado, el filme de Stéphane Brizé se presentó en “Les avant premiere” y estrenó recientemente en una cartelera en donde el cine social y político no abunda. Afortunadamente, esta opción se convierte en la ideal para quienes buscan una historia comprometida en donde los conflictos gremiales y la lucha por los derechos laborales gritan presente.
Vincent Lindon (“La aparición” 2017, “Rodin” 2017) , es el líder de un grupo de trabajadores, que frente al cierre de la industria automovilística donde trabaja, decide encabezar un reclamo sindical a fin de que esta cumpla con lo acordado tiempo atrás (recortes salariales a cambio de mantener el trabajo del personal), y así evitar que mas de 1000 obreros queden en la calle. Cámara en mano, Brizé fragmenta la película en dos grandes momentos, el primero, donde nos pone en situación del reclamo y la protesta de los trabajadores frente a los que manejan la compañía: los intentos fallidos de llegar a un acuerdo, la desigualdad de estos frente a los directivos, las innumerables reuniones burocráticas con diferentes responsables sin solución alguna, y otra segunda parte, donde una posible solución parece asomarse.
Resulta interesante como la problemática social es relatada a lo largo del filme: los diferentes puntos de vista, el significado de la protesta y el sacrificio que implica mantener una posición frente a una realidad que constantemente parece estar en contra de lo “más justo”. Sin embargo, por momentos el hilo conductor resulta redundante, pues salvo por unos minutos en donde se exhibe el vínculo entre el protagonista, Laurent Amédéo (Lindon) y su hija, el resto del relato está por momentos sobrecargado de asambleas, discusiones y protestas.
Con notables trabajos actorales, y un duro, pero necesario mensaje que contar, “La guerra silenciosa” es una película inquietante con un excelente guión, que sin dudas, no dejará indiferente a ningún espectador.
Cinéfilos: están avisados.