Luego de la muerte de su esposa en un accidente automovilístico, un arquitecto y su hija pequeña se mudan a una casa de campo mientras intentan recuperarse del dolor de la pérdida. Pero la nena comienza a tener comportamientos extraños, y de un momento para otro desparece dentro de la propia casa. Pasan las semanas y el hombre, desesperado, se cruza con un exorcista que le cuenta que la respuesta no es lógica sino sobrenatural, y que no le queda mucho tiempo si quiere rescatar a su hija del mundo de los muertos.
Contada así, La habitación del horror no es muy distinta a otra decena de películas del género, es cierto. Lo que sucede es que en el film del debutante Kim Kwang-bin lo más interesante no está en el punto de partida, sino en cómo se construye ese viaje de terror.
La historia va de menor a mayor y avanza a la par de un crescendo del suspenso, sin tiempos muertos y muy efectivo a la hora de crear tensión. Al mismo tiempo, los episodios fantasmagóricos se entrecruzan con una trama subyacente que involucra la relación de padres e hijos, el egoísmo, y el angustiante dolor de una pérdida. El contraste entre esta situación y las figuras espeluznantes de nenes y nenas (al mejor estilo Ringu) es uno de los varios aciertos del guion, también responsabilidad de Kwang-bin.
La habitación del horror es una propuesta, que si bien no será novedad para los fundamentalistas del terror, tiene muchos puntos a favor para llevar su premisa a un buen destino: por momentos inquietante, por momentos terrorífico.