Cuando era pequeño conocía cosas pequeñas. Crítica a ‘La habitación’
Me es imposible hablar de este film, como si fuese otro más, como si fuese simplemente una ficción, una buena ficción llena de metáforas encantadoras y conceptos profundos, porque aunque lo poético se encuentra en perfecto estado y lo narrativo sigue un perfecto orden, el universo emocional desatado me conduce a pensamientos sobre mi propia humanidad. La habitación es un film que entró hondo en mí y obstruyó los nervios produciendo en mi cuerpo una incomodidad absoluta. Pero se bien que mi cuerpo no es medida de nada que no sea mi propia existencia, por lo cual mis sentimientos hacia el film están profundamente viciados.
Claro que puedo referirme a la construcción escenografía de un universo de cuatro paredes que se vuelve increíblemente vasto en la manos del artista. Puedo alabar las actuaciones, sobre todo la del niño, Jacob Tremblay, quien guía en el descenso a lo impensable. Puedo celebrar el coraje del realizador, Lenny Abrahamson, por animarse a comprender la terrible tragedia de los personajes. Todo eso puedo hacer y sin duda encontraré que La habitación es uno de esos films menores y esenciales para descubrir el lado oscuro de una humanidad traumada por los crímenes de la posmodernidad (esclavitud, holocausto, capitalismo, etc). Pero no sería honesto con la experiencia angustiante a la que me vi sometido.
Pocos films retratan con tanta vileza el desprecio por la libertad. Me sentí cautivo de una obra terrible y necesaria. La sala de cine se convirtió en mi prisión, y viví allí tristezas, alivios, ganar de escapar y ganas de resistir, reflexiones, deleites, conección e insignificancia. A cierta distancia del hecho cinematográfico, me toca elegir y me quedo con todo.
Puntaje: 9