Resulta una sorpresa la presencia de Irlanda en los próximos Oscar. De allí es la apenas correcta Broolklyn -nominada a Mejor Pelicula y Actriz-, pero el aporte más significativo del país del trébol es La habitación, que viene arrastrando premios y elogios de otros festivales, y seguramente dará que hablar en la definición de la Academia (es candidata a cuatro estatuillas, incluyendo Mejor Película y Director). Basada en el best seller homónimo a cargo de Emma Donoghue, la película de Lenny Abrahamson es ambiciosa desde su planteo inicial y pudo haber sido más sólida en su segunda mitad, pero no por ello deja de ser una propuesta singular, y, al mismo tiempo, cautivante y perturbadora.
Jack (Jacob Tremblay), de cinco años, y su madre Joy (Brie Larson), de unos veintitantos, viven encerrados en un pequeño cubículo sin ventanas (apenas un tragaluz) y lo justo para no salir de allí (cama, sanitarios, cocina). Claro que este hacinamiento no es voluntario: llevan siete años secuestrados por un hombre intrigante al que llaman Viejo Nick (Sean Bridgers), lo que obligó a Joy a sostener un pequeño universo de reglas propias. Aislados como están, su hijo tiene serios problemas para discernir qué es real y qué no, distorsión que cataliza a través de un vieja televisión.
La enrarecida primera hora de La habitación deja más preguntas que certezas: ¿Cómo llegaron Jack y Joy allí? ¿Cuál es el vínculo con su captor? ¿Nadie de afuera reclama por estos dos prisioneros? ¿Están resignados a vivir así por el resto de sus días? Las dudas irán despejándose de a poco (aunque nunca del todo), a medida que consideren la posibilidad de escaparse. Pese a que la primera etapa transcurre en ese sórdido único ambiente, la película no está ni cerca de considerarse teatro filmado.
La segunda hora del film encontrará a Jack y Joy ya en la calle. No conviene precisar las circunstancias que los devolvieron al exterior, ni tampoco adelantar demasiado lo que ocurrirá de ahora en más. Solo podría decirse que la adaptación al mundo real no será fácil y que la trama, si bien mantiene parte del agobio del tramo anterior, se volverá más convencional, dejando incluso algunos cabos sueltos. De todas maneras, el saldo es más que positivo, y si Hollywood no premia a la película, al menos debería reconocer al tour de force entre Larson y Tremblay, sostenes de esta punzante experiencia.