Una persona, un hogar
La habitación, nominada a cuatro Oscar, profundiza en el vínculo entre una madre y su niño.
La mejor manera de ver La habitación es hacerlo sin demasiados datos previos y dejar que la historia se cuente sola, sin muletas de información anticipada.
El filme inspirado en la novela de Emma Donoghue comienza en un pequeño cuarto (el aludido del título). En esas cuatro paredes una madre y su hijo desarrollan una rutina cotidiana: despertarse, asearse, desayunar, hacer ejercicios, ver tele, almorzar, lavar, jugar y, cuando el día se acaba, dormir.
¿Se trata de un búnker en el que sobreviven en un futuro distópico? ¿Están secuestrados? ¿Es una alegoría de la vida de las amas de casa de otras épocas? En esa incertidumbre radica la primera fortaleza de la historia.
Para el pequeño Jack, que allí nació y no conoce otra cosa, esos metros cuadrados son el universo y en su mente no existe el concepto del “afuera”. La película que dirige Lenny Abrahamson elige el punto de vista del niño (y su voz en off, cuya inocencia está subrayada en exceso con música melancólica) para contar cómo es la vida que nosotros vemos como un encierro y él como el mundo entero.
La elección del espacio cerrado y los personajes limitados podría resultar en una película “teatral” (como Tape, de Richard Linklater, o Un dios salvaje, de Roman Polanski), pero La habitación es absolutamente cinematográfica: los planos, los movimientos de cámara y los sonidos son claves para otorgarle nuevas dimensiones al espacio y a la relación entre madre e hijo. Lo son también para que la atmósfera sea por momentos claustrofóbica y deprimente, y por otros luminosa y envuelta en juegos. Todo depende de cómo esta madre lleve adelante la jornada junto a su niño.
El vínculo entre los dos es el potente centro dramático de La Habitación. La conmovedora tarea de la mujer (Joy es su nombre, Alegría, en inglés) recuerda por momentos (aunque aquí se logra con más sutileza) a la gesta del padre de La vida es bella, en sus intentos de poner un manto de ficción sobre las cosas más crudas.
Brie Larsson, que viene arrasando con premios y nominaciones, probablemente se lleve también (y con justicia) el Oscar a Mejor Actriz al que está nominada. En ella recae todo el dramatismo del filme y son sus expresiones de sobreviviente abatida o esperanzada las que alteran por completo el clima de La Habitación.
La guionista y el director Lenny Abrahamson decidieron que el filme no quedara encapsulado en las cuatro paredes. Cuando el cuarto se abre ingresa el realismo a la historia, que se oscurece, se torna más dura, y el relato vira hacia otra dirección.
Es entonces cuando el tono se torna más conservador y previsible, y los bordes sentimentales rozan el lugar común. Esa es otra película.