Durante meses, se hablaba de que Room era un drama demoledor. Una vez que se terminan sus angustiosas dos horas, habrán presenciado una experiencia única, y muchas veces para nada placentera, confirmando todo lo que se decía de ella. Para ser una historia que parece salida de la primera plana de los diarios, y pasar la mitad de su metraje ubicada en una sola locación, el resultado final es una pieza encantadora y con mucha esperanza, que toca un tema muy doloroso pero lo hace con gracia de sobra.
El núcleo de la galardonada pieza de Lenny Abrahamson puede erróneamente ser confundida con la localidad del título, pero en verdad es la relación entre Ma y su hijo Jack, nacido en cautiverio y cuyo mundo se reduce a las paredes en las que están encerrados. Esta habitación florece con los juegos y momentos íntimos que comparten la dupla, reacios a ser confinados en tan pequeño espacio, hasta que por las noches su juego se acaba y la llegada de su secuestrador ensombrece todo alrededor. Ya de por sí son momentos desgarradores, pero gracias al ojo de Abrahamson cobran otra dimensión terrorífica al ser presenciados a través de los ojos del pequeño Jack, encerrado en su habitación-ropero, sabiendo muy bien lo que pasa pero a la vez no entendiendo nada.
Pero la aplastante rutina de Ma y Jack se tiene que terminar alguna vez, y con el crecimiento del muchacho, Ma idea un peligroso plan para eludir finalmente su prisión. Durante la primera mitad de la película, tanto Brie Larson como el fresco de la fábrica Jacob Tremblay poseen una química única, que va más allá de ser madres e hijos comunes. Comparten una prisión, pero la han dotado de humanidad, esa misma humanidad que su carcelero les ha quitado poco a poco. Ma y Jack se divierten y se reprochan al mismo tiempo, y Larson y Tremblay le ponen el cuerpo a sendos personajes muy difíciles de abordar, y salen más que airosos. Brie estuvo a punto de estallar hace poquitos años con la excelente Short Term 12, y ahora el merecido reconocimiento le llega con este papel muy duro, al que le agrega faceta tras faceta con sólo algunos gestos y mucha emoción. Jacob no se queda nunca atrás y sorprende a su corta edad con una caracterización que emociona y deja sin palabras al mismo tiempo. Imposible contenerse con varias escenas, sobre todo esa tan reveladora cuando descubre el mundo exterior en medio de su odisea de rescate.
La segunda mitad de Room es mucho menos pesada, pero retrata otro tipo de horror diferente al cautiverio. Normalmente la adaptación al mundo exterior es un costado que no se toca mucho en películas con personas secuestradas. El encierro puede haber acabado, pero la odisea aún no. Es otra arista a la cual tienen que enfrentarse Ma y Jack, acostumbrarse al mundo tangible y no imaginario, y Larson y Tremblay están más que dispuestos a enfrentarse al desafío.
Room es un canto a la vida, que tiene sus embates morales y sociales, pero que en definitiva sobresale por las enormes actuaciones de su dupla protagonista. Es una película imperdible.