El universo en una habitación
Pocas películas pueden jactarse de compenetrar tan poderosamente con el espectador, como lo logra “Room” sin caer en los sensacionalismos ni en dramatismos redundantes. La historia de una mujer y su hijo encerrados por un psicópata en una pequeña habitación podía prestarse a miles de posibles interpretaciones, teniendo en cuenta la facilidad con la que Hollywood pierde el equilibrio entre el melodrama y lo estrictamente morboso.
Sin embargo gran parte de este éxito se debe a que nos encontramos frente a una historia que a simple vista puede tratar solamente los horrores de un secuestro y sus abusos tanto físicos como psicológicos, pero que termina convirtiéndose sin dudas en la representación más pura del amor entre madre e hijo. Y es ese pilar fundamental lo que hace que su director Lenny Abrahamson — reconocido por otras joyas independientes como “What Richard Did” (2012) y “Frank” (2014) — junto a la guionista y escritora Emma Donoghue (encargada de adaptar su propia novela), decidan no focalizarse en el hecho del rapto en sí como un motivo más que suficiente para la venganza con su captor, sino en el proceso emocional de los protagonistas en cuanto al encierro y su noción de libertad.
Hace poco más de 7 años que Joy (Brie Larson) y su pequeño Jack (Jacob Tremblay) se encuentran atrapados en un reducido cobertizo sin ventanas. Viviendo a duras penas con lo mínimo indispensable proporcionado por el secuestrador (Sean Bridgers), logran pasar el día a día imaginando ese minúsculo espacio como la única realidad posible. O al menos eso es lo que Joy intenta hacerle creer a Jack para hacer menos terrible su infancia.
Para Jack no existe otro mundo que no sea “ La Habitación” (forma a la que se refiere a ese universo de 10 m²) y llega a aceptar lo aberrante como algo normal. Pero cuando el niño comienza a ver a su carcelero como un dios generoso, Joy se verá obligada a romper con la fantasía y explicarle la cruda verdad.
Room (2015)
Abrahamson nos plantea este escenario claustrofóbico a través de la mirada curiosa constante de un nene de 5 años que no termina de ver la gravedad de algunas situaciones. Será por eso que el director prefiere quitar la cámara a un lado en los momentos más explícitos, dejando al espectador la responsabilidad de llenar los espacios en blanco con los sucesos dramáticos subyacentes que Jack no llega a comprender.
Otro gran acierto, y sin temor a destripar más del argumento que lo que ya se adelanta en los trailers, es que la película se divide en dos etapas completamente distintas dentro de este calvario. Mientras que por lo general este tipo de historias terminaría en el momento en el que logran escapar de la habitación, “Room” se da el lujo de exponer en su segunda mitad la lógica adaptación al mundo exterior y las consecuentes secuelas psicológicas que pueden generar 7 años de cautiverio. Algo no solamente novedoso, sino también excelentemente desarrollado a nivel narrativo.
Párrafo aparte merecen las actuaciones de Brie Larson y Jacob Tremblay. Ambos recrean un vínculo afectivo como madre e hijo tan orgánico y conmovedor pocas veces visto en pantalla. Larson sabe equilibrar de manera magistral la angustia del aislamiento con la delicada fortaleza emocional que debe demostrar para tranquilizar a Jack. Realmente no sorprende que haya ganado un Globo de Oro y el Critic´s Choice, entre otros premios, por este rol. Mientras que Jacob Tremblay, en cambio, significa una verdadera revelación al interpretar con la solvencia de un adulto, un papel por demás oscuro para un niño de 8 años. De ahora en adelante su nombre tendrá que ser tenido bien en cuenta dentro del ámbito cinematográfico.
De esta manera “Room” (2015) se destaca excepcionalmente en conjunto, a partir de la perfecta combinación entre dirección, guion y actores. Y aunque le sea imposible competir con los abultados presupuestos de sus competidoras por el Oscar a mejor película, sus cuatro nominaciones le han dado un más que merecido reconocimiento tratándose de una producción independiente.