¿Hay alguien ahí afuera?
Candidata a 4 Oscars principales (filme, director, actriz y guión adaptado), más que sobre la privación de la libertad es sobre la relación madre e hijo.
Joy y su hijo, de 5 años, juegan en su cuarto. La madre fomenta la imaginación de Jack, le inventa historias, personajes. Le hace ver un mundo que el chico no conoce. Y que ella comienza a olvidar. Porque esa habitación es el cuarto en el que están prisioneros, confinados desde hace años, obligados por El viejo Nick, que secuestró a Joy, la violó y lo sigue haciendo por las noches.
Así es: La habitación se centra en esa mujer que ansía tanto volver a la libertad como proteger a su pequeño hijo, que nació allí y no conoce el mundo exterior, y para quien todo lo que sucede en ese cuarto es normal y hasta le da seguridad.
Basada en el best seller de Emma Donoghue, quien tomó como referencia el caso de Elizabeth Fritzl, liberada en 2008 tras pasar 24 años encerrada y abusada por su padre, Donaghue como guionista cambió el punto de vista del narrador: en la novela es Jack, aquí tiene sólo algunos parlamentos como voz en off.
En ese cuarto de 3 x 3 lo que para Jack es todo su mundo, para Joy es una cámara de torturas. La curiosidad del niño por lo que le llega desde el televisor -que podría convertirlo en una suerte de joven Chauncey Gardiner, el personaje de Desde el jardín- contrasta con el sentido de claustrofobia que el director Lenny Abrahamson logra transmitir. Rodada con una cámara especial, es la actuación de Brie Larson (Joy) la que entrega, transfiere esa sensación de encierro y aislamiento.
Pero antes que una película sobre la privación de la libertad y la lucha por sobrevivir en una situación extrema, La habitación trata sobre esa relación entre madre e hijo, la (sobre)protección necesaria que ejerce Joy sobre Jack y los cambios que experimentará la relación y cada uno de ellos cuando algo no por esperado, suceda. Los riesgos y los peligros que toda vida conlleva, impulsados y desarrollados a una enésima potencia.
La habitación es un filme que merece verse -cuesta decir disfrutar, pero sí, es una experiencia cinematográfica difícil de olvidar- sin spoilers, entrando al cine con escasa información. Para descubrir, sorprenderse y seguir de cerca minuto a minuto, tras una primera media hora atrapante. Y agobiante.
Lenny Abrahamson, un realizador irlandés independiente, tiene un toque poético y una maestría para conducir a sus actores en los distintos estados anímicos de sus personajes. Brie Larson conmueve y logra la empatía con el espectador desde la primera toma, desde que cocina la torta de cumpleaños de 5 de Jack. Su personaje tiene subidas y bajadas, y la actriz, a quien hemos visto en pocas películas aquí, y por lo general en roles secundarios, lo hace creíble y querible. No debería escapársele el Oscar.
Párrafo aparte para Jacob Tremblay, que tenía 8 cuando filmó la película y es dueño de una inocencia y una madurez impensada en un actor de su edad.