Una pequeña historia que mantiene en vilo al espectador hasta el último momento, bien podría resumir el espíritu de “La habitación” (Canadá, 2015), dirigida por el irlandés Lenny Abrahamson, y que, partiendo de un hecho policial, construye un atrapante relato sobre los vínculos y los espacios, pero también sobre cómo éstos afectan a los protagonistas
En la habitación del título se encuentran privados de su libertad Joy (Brie Larson) y Jack (Jacob Tremblay), madre e hijo nacido en cautiverio. Un pequeño espacio que los contiene hace más de cinco años y que, en el caso de Jack, es el único universo y contexto que conoce desde el día en que nació.
En el lugar, además de recibir las esporádicas visitas de su captor, ambos pudieron construir su propio mundo, uno lleno de amor, paciencia y pequeños objetos, que son elevados a la categoría de tesoros por ambos y a los que Jack saluda diariamente al abrir sus ojos.
Un pequeño tragaluz hace que el tiempo transcurra sin órdenes biológicas, pero también sirve para que tanto Joy como Jack guíen sus tiempos de descanso, o al menos, puedan tener alguna referencia del afuera y así también soñar con otro lugar en el que puedan seguir teniendo su relación.
La dicotomía dentro/fuera es trabajada con Abrahamson con solvencia, y mientras la empatía con el adentro es inevitable, el afuera, aquel que en determinado momento decidió dejar encerrados a madre e hijo, se convertirá rápidamente en el escollo a superar, mediante un plan, y que permita, además, alejarlos de esa trampa en la que se encuentran sin que sepamos cómo ni por qué.
Evitando entrar en detalles, cuando el afuera los recibe nuevamente todo será visto como un daño a esa pequeña simbiosis que Joy y Jack tuvieron y tienen, y pese a poder contar con algunos beneficios y comodidades, en el caso del más pequeño, comenzará a extrañar el único mundo, el de la habitación, aquel que durante cinco años lo identificó y formó y que ahora es rechazado por su madre.
La habilidad del director, con un registro muy similar al de Denis Villeneuve, es poder apoyarse en las notables interpretaciones del dúo protagónico, al que se sumarán los siempre efectivos Joan Allen y William H. Macy, para completar el nuevo grupo familiar de Joy y Jack en el afuera que los cuestiona e inquiere sobre su estadía en la habitación.
La narración en off del niño, potente, a pesar de su registro vocal ínfimo, quiebran la solemnidad de un relato que por momentos se acerca a viejos telefilmes de los años ochenta que tomaban casos policiales para disparar historias.
La principal diferencia de éstos con “La Habitación” es por las preguntas que se desprenden de ella, y que evita responder para poder seguir avanzando en la historia de una madre afianzada en la única esperanza de supervivencia que tuvo durante el último tiempo: su hijo.
Hay golpes bajos y escenas predecibles, pero también hay mucha pasión al narrar una de las historias más desgarradoras que el cine canadiense ha dado en el último tiempo (la otra es sin dudas “La sospecha”) y también una de las más enigmáticas y atractivas. Atención a Jacob Tremblay, un notable intérprete.