Poco y nada que contar en medio del campo entrerriano
El naturalismo domina casi toda esta película, aunque en realidad tiene cierto subtexto místico o supersticioso, que aparece menos de lo que el espectador querría.
El director entrerriano Maximiliano Schonfeld ubicó su historia en una localidad de sus pagos e hizo a actuar a gente del lugar, decisión que tiene puntos a favor y otros en contra. La trama transcurre en una finca donde la gente vive como detenida en el tiempo, y sólo para dar una idea hay que mencionar que el elemento más tecnológico que aparece en toda la película es una de esas máquinas de videogames a fichines de los 80 que ahora, en el siglo XXI, y fuera de la pulpería donde pasan el tiempo los protagonistas, sería "vintage".
El pueblo y el campo donde trabaja el protagonista está habitado por una comunidad de "gringos", que en medio de temores de la helada del título y su nocividad para los cultivos, reciben a una chica un poco enigmática y mandona, a la que ven como una especie de salvadora contra los designios de la naturaleza.
Lamentablemente, el director no sabe bien cámo plantear y darle interés a su conflicto, aunque a veces sí saca lo mejor de su elenco de actores amateurs, que pronuncian diálogos bastante elementales pero divertidos, al menos en el contexto. Es que la película deambula entre carreras de perros (una buena escena que podría haber estado mejor aprovechadfa por la trama), los trabajos del campo, chanchitos, gallinas, bailes alemanes y nada especialmente intenso. La fotografía tiene momentos atractivos y enfoca de manera interesante las locaciones genuinas del campo entrerriano.